Bienvenidos al fascismo

Después de aquella bonita transición, hace ya algunos años, a este país se le puso en la cara una pastilla azul. Muchos quedaron satisfechos y contentos, frotándose las manos por un trabajo bien hecho, dando su adiós al régimen opresor y autoritario del franquismo. Pero hubo quien vio más donde elegir, percatándose de que no estaban puestas sobre la mesa todas las opciones posibles. Y así, sumidos en un profundo sueño del que ni hemos podido ni hemos querido despertar, llegamos hasta el día de hoy.

Con el paso de las horas de este uno de octubre, la libertad está demostrando ser la gran ausente en la fiesta española, pues hemos visto y seguimos viendo la auténtica cara de un gobierno putrefacto y decadente que rompe con la premisa del voto como algo sagrado e inalterable, cumbre de la vida democrática y, por desgracia, poco de lo que nos queda como pueblo. Hoy se ha tomado una vía de escape, valiente, pacífica y democrática, donde la respuesta viene en forma de represión de voto y retirada de urnas. Al garete con el estado democrático. El fascismo está de vuelta.

Pero vamos al meollo. Si he de dar mi opinión, que lo hago con gusto y bajo mi nombre sin miedo a opiniones e insultos, soy ciudadano de un país cuya bandera no me sirve ni para limpiarme los cuartos traseros; donde, si por mí fuera, la cabeza del monarca rodaría por toda España siendo recibida en cada ciudad con la misma serenidad con la que se recibe la sangre de cada toro en las plazas. Hoy vivo aquí, pero durante años viví en el extranjero, y algo que aprendí es que este país es un chiste acogido con amplias sonrisas en cualquier reunión que se precie, cuna de la vergüenza y el escándalo, y hoy más que nunca lo es también dentro de sus propias fronteras. Soy ciudadano de un país que me daba pena y ahora me produce arcadas.

A mi entender, el grito a la libertad de Cataluña, el mismo al que no pocos se empeñan en llamar desafío, constituye mucho más de lo que aparentemente muestra, o, para ser más exactos, mucho más de lo que algunos, inútiles e incompetentes de nacimiento, quieren ver. Hay quien desea desprenderse de una vez por todas de un estado que duerme abrazado al colonialismo y al odio racial, que se va a la cama con la corrupción a un lado y la depravación al otro, permitiéndose ir de putas cuando le apetece a cargo de las generosas arcas llenadas con un sudor que ni le es familiar. Un estado donde la mujer sigue valiendo lo que vale una escoba, donde braman los estadios de fútbol y callan los derechos básicos, que se manifiesta orgulloso de manipular medios de comunicación, de capar opiniones y de manosear seseras al ritmo de la marcha fúnebre a la que llaman himno, creando, mucho a mucho, toda una horda de incultos y analfabetos fáciles de manejar y que aceptan de buena gana sus desempleos y sus desahucios. Seguid ondeando la bandera de una patria que agoniza más que nunca. Os doy mi más sincera enhorabuena, a vosotros y a los fascistas que os limpian los zapatos a lametazos, por tan ardua tarea.

Mientras parte de la población defiende la legalidad con los pocos recursos que quedan y se alza a una sola voz más fuerte que la de cualquier portavoz de pacotilla, algunos se empeñan en repetir la aparentemente incansable verborrea del patriotismo tras la que esconden el más ferviente nacionalismo, hablando de democracia mientras tras el telón maquillan a la autocracia y donde esconden bajo el manto de la ilegalidad el miedo a lo que, con total seguridad, será su fracaso como nación. Hoy no habrá un referéndum exitoso, para qué vamos a engañarnos. Este descalabro no llevará, hoy, a ningún sitio. Insisto, hoy. Pero España ha perdido para siempre gran parte de la inexplicable confianza de la que gozaba y le va a resultar muy difícil calibrar con exactitud los daños sufridos. España se ha dado cuenta de que un importante sector de esta sociedad no quiere ser pasivo. Eso tiene que doler.

El pueblo ha salido a la calle, gritando por su futuro y para romper las cadenas oxidadas que todavía les somete, mientras las altas esferas españolas siguen con su política de “todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado”, gestada en los autoritarios pulmones de un tal Mussolini, eludiendo toda clase de diálogo y recurriendo a la violencia como forma de sumisión. Carga policial masiva, cortes en internet para que no se pueda votar, pelotas de goma y más de un herido camino del quirófano son las baldosas de un camino de heces que dejará un fuerte hedor a lo largo y ancho de los dominios españoles. Las imágenes de este día llenan y llenarán las redes sociales y demás medios que muestren la verdad de esta descabellada y antidemocrática represión.

Nosotros ya dimos hace mucho tiempo la bienvenida al fascismo. Lo hicimos con el cañón presionando nuestras nucas, y ahora hay un pueblo cansado de tener miedo, rebosando saliva para que a las palabras nunca les falte sustento. Ahora os toca a vosotros dar la bienvenida a vuestra más absoluta decadencia, a los últimos instantes de vuestros excesos y vuestras carcajadas, donde la represión está siendo combatida sin armas y sin violencia, poniendo su cara para que la golpeen si es necesario pero con su deseo de decidir por delante de todo. La voz es hoy más dura que cualquier proyectil, eso es lo que os jode. Bienvenidos a vuestra inminente muerte. No olvidéis gritar ¡Viva España! cuando la tierra os sepulte. Queremos saber que seguís ahí.

Salvador Carbonell-Bustos
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