collage en movimiento de Nic Courdy

Collage en movimiento. ¿El cénit de la técnica?

¿Alguna vez os habéis quedado dormidos viendo una película en DVD, y os despertasteis con el sonido en bucle de la música que emite el menú principal cuando esta ya ha finalizado? Pues precisamente a dicha situación recuerdan los collages en movimiento de Nicholas Courdy (Salt Lake City, 1990): a una melodía de escasos segundos que termina y vuelve a comenzar, acompañada de la cadencia por la acción de ciertos elementos en pantalla −normalmente breves escenas rescatadas del film− que siguen el ritmo de la sintonía. De ascendencia palestina, y ligado al Utah Museum of Contemporary Art, el autor contribuye con el que parece ser el último escalafón de esta disciplina artística cuyo origen se encuentra en las Primeras Vanguardias históricas.

 

 

El collage, arte de compendiar imágenes y/u objetos con el fin de crear una nueva obra a partir de la armoniosa o caótica composición de las anteriores, ha ido evolucionando con el transcurso del tiempo. Atrás quedaron las primigenias manifestaciones de esta técnica emprendidas por los cubistas hacia los inicios del siglo XX, cuando Pablo Picasso y Georges Braque comenzaron a añadir cuerpos bidimensionales y tridimensionales ya fabricados a sus pinturas, luego denominados estos como objets trouves (del francés, objetos encontrados) por los surrealistas y dadaístas.

El aprovechamiento de piezas comunes y carentes de finalidad estética para elaborar una estructura provista de sentido artístico fue llevado al extremo por las almas ansiosas de experimentación de la época, véanse Man Ray o Marcel Duchamp, a quien le debemos la aportación de los ready-mades, siendo su trabajo más polémico La Fuente que exhibió en 1917 bajo el pseudónimo de R. Mutt. Lo que parecía una simple provocación al exponer un orinal de pared volcado significó el cambio de rumbo definitivo de las artes: la total ruptura con la tradición.

 

Los objetos encontrados fueron fuente de recursos para surrealistas y dadaístas

Marcel Duchamp, Rueda de bicicleta, 1913. Ready-made, 1.30 x 64 x 42 cm.

 

A partir de las invenciones de Duchamp, como Rueda de bicicleta, surge el assemblage, cuyo proceso creativo viene a ser el mismo. Funcionó desde los años 30 hasta calar profundamente en los protagonistas de las neovanguardias durante las últimas décadas de la centuria. Célebres son las cajas de madera o metal empleadas por Louise Nevelson (1899-1988), estrategia que aún en la contemporaneidad es imitada por escultores reconocidos como José Abad.

 

assemblage de Louis Nevelson

Louis Nevelson, Untitled, 1964. Madera pintada,   254 x 334 x 47.6 cm

 

Y si para que exista un concepto este debe poseer su opuesto, los Nuevos Realistas reaccionaron ante este arte de la construcción a través de la idea inversa, es decir, la deconstrucción. Descomponer una imagen preestablecida mediante el distanciamiento u ocultación de ciertas partes de su integridad fue el basamento del décollage; distintivo implantado en 1954 por el mayor de sus representantes, Wolf Vostell (1932-1998). Su intención fue la de simbolizar plásticamente la era taciturna y destructiva que le había tocado vivir en una Europa todavía marcada por los conflictos bélicos y la inestabilidad política, recurriendo para ello simultáneamente al happening y el videoarte.

 

décollage por Wolf Vostell. Deconstrucción de imágenes preestablecidas

Wolf Vostell, Coca-Cola, 1961. Papel sobre Masonita, 82-5/8 x 122″

 

Si bien los medios audiovisuales y el acting ya daban difusión al collage con Vostell o Yves Klein, será el cambio de milenio el que ocasione un desarrollo considerable sobre dicha disciplina gracias a la aparición de las nuevas tecnologías, utilizadas cual herramienta de producción, así como de propagación. Con Internet como fuente de recursos, y los programas informáticos de manipulación de imágenes en sustitución al papel y las tijeras, el collage se adapta a la era digital. Llegados a este punto, donde la táctica del “corta y pega” está más que asentada, hay quien decide avanzar en su investigación particular con el objetivo de hacer evolucionar el método.

Compaginado con la fotografía (no con su resultado, sino con el procedimiento en sí), el brasileño Lorenzo Castellini aporta su granito de arena con el Air Collage. La reproducción de pinturas pertenecientes a los grandes maestros de la Historia del Arte, sobre todo autorretratos, sirven al artista para crear ilusiones ópticas con la calle como soporte. Sao Paulo es su lugar de actuación, ciudad en la que busca espacios propicios y viandantes anónimos que complementen el recorte seleccionado, mientras este último es sostenido con sus dedos a una distancia muy próxima al objetivo de la cámara.

Utilizados ya todo tipo de materiales para elaborar un collage, incluido el oxígeno con Castellini, ¿qué más ingredientes podemos añadir? Suponemos que esta es la pregunta que un día se hizo Nic Courdy. La respuesta era más que obvia. Del estatismo al dinamismo, y del silencio a la sonoridad. La clave: los servicios que prestan los multimedia.

Si de mezclar va el asunto, Courdy se lleva la palma. Es barroquismo en estado puro; una escena teatral con el botón de “repeat” activado, agregando potentes dosis de surrealismo que las cargan de desasosiego. Arquitectura, escultura y pintura se convierten en atrezo de una postal romántica cuyo mensaje no viene a ser del todo animista. Sus collages en movimiento funcionan como preludios de la muerte simulando las vanitas de la Edad Moderna, en las cuales se recordaba a la humanidad que ninguna posesión material ni riquezas tienen sentido alguno. Tampoco la juventud o la belleza, pues todo esto caería en el pozo del olvido en el instante de darnos de bruces con Caronte.
Pese a la presencia de la figuración del arte clásico y la naturaleza, símbolos de vitalidad y pureza, la música y las repentinas voces instaladas por Courdy como telón de fondo acentúan el carácter pesimista de sus composiciones.

Es el absoluto caos dentro un orden milimetrado, a veces simétrico, casi una premonición del final del mundo. O quizás debamos tomar sus collages como el cénit de una disciplina que tiene su punto de partida en el Cubismo, y que el jugo de esta fruta fresca ha terminado por agotarse. Aunque, quién sabe, ya que todavía desconocemos las posibilidades de la realidad virtual aplicada a las artes.

 

 

David Febo
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