Fela, el siamés africano

“No soy negro, soy africano”. Son las palabras que utiliza el artista gráfico Lemi Ghariokwu para autodefinirse ante el mundo. Sin embargo, estas palabras pareciesen contener un trasfondo mucho más profundo, como una voz interior que sirve de eco de las ondas sonoras. Además de ser uno de los artistas gráficos más famosos de África, la fama de Ghariokwu se debe también al haber sido el realizador del arte que llevaban las carátulas de los álbumes de una de las leyendas de la música africana, quizás su figura musical más importante del siglo XX, el mítico, excesivo y desaforado Fela Anikulapo Kuti.

Mucho se ha escrito sobre Fela, como que nació en Abeokuta, Nigeria, en el año 1938, en el seno de una familia de clase media, y que fue enviado a estudiar medicina a Londres pero se decantó por la música, y que con esto Nigeria no sabía lo que se le venía encima. Su producción artística iba siempre acompañada tanto de su dimensión política como de la de genio musical a otro nivel. Para muchos, vulgar y ofensivo; para todos, un salvaje en el buen sentido de la palabra. Alex Gibney, director del más reciente documental sobre la vida del genio africano, “Finding Fela”, lo define como una revolución de un solo hombre. Para la periodista española Sagrario Luna, quien escribió una de las más completas biografías del cantante, fue “el primer músico africano cronista político de su tiempo”. Mucho se ha escrito sobre Mr. President, como se hacía llamar en la comuna que fundó en Lagos y que bautizó como República Independiente de Kalakuta.

 

 

Fela Kuti en concierto

Fela Kuti en Detroit. Fotografía: Leni Sinclair

 

Una figura como Fela permite preguntar sobre el papel del artista y la relación con la sociedad que lo rodea. Muchos son de la opinión de que el arte debe ser “oenegero” (por las ONG), es decir, tratar de solucionar los problemas propios del Estado; para otros debe ser una voz de protesta transformadora. Otros, en cambio, opinan que solo debe tratar de lograr en el individuo una experiencia estética capaz de comunicarle algo. Personalmente, creo que Fela lo era todo. Es el símbolo definitivo, el cuerpo convertido en obra artística. El artista casi siempre se define a través del producto ajeno a su obra, pero, en el caso de Fela, su obra vino siempre acompañada de su aureola más personal, porque si alguien quiere conocer y apreciar la música de Fela no le bastaría con tan sólo escucharla, debe entender la atmósfera que el individuo tejió sobre ésta. En otras palabras, Fela y su música son siameses, no se puede tener uno sin sacrificar al otro. Como dice su amigo y manager Rikki Stein, “la historia de Fela es un sólo gran relato. El espiritualismo, su personalidad, su música, la política y su activismo confluyen en un solo cuerpo”.

Las palabras de Lemi (no soy negro, soy africano) bien hubieran podido ser pronunciadas por Fela y hacer una síntesis de lo que fue para la cultura y expresiones artísticas de un continente al que todos apelan, pero del que poco se conoce. Fela hablaba a través de su música y de sus actos, que, pese a lo erráticos que pudiesen llegar a ser, reivindicaban algo interior, callado por muchos años, como una especie de espíritu de los tiempos que sigue fluyendo e imperceptiblemente va dejando huella a su paso: la identidad africana, el grito y el golpe en la mesa de un continente que lo ha dado todo y se ha quedado sin nada.

 

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Carátula del álbum “Open & Close” (1971) Artista: Lemi Ghariokwu

 

Los que no lo adoraban por su música lo hacían por su personalidad, y viceversa. Y es que alguien capaz de fumarse un porro de marihuana en el hall de un hotel cinco estrellas de Londres casi completamente desnudo, apenas en calzoncillos, como si nunca hubiera salido de su natal Nigeria, al menos llama la atención. Fela era todo eso. Su música, imagen y carisma son la muestra de la africanidad. El mito del buen salvaje queda destruido, pero también el del bárbaro sin historia. Todos sus actos reivindicaban a su manera el espíritu de un continente.

Su música, lejos de ser victimista, empoderaba la tradición oral de su cultura, le daba representación a las voces de protesta y era de una elaboración propia de un genio. Fue el creador del afro beat, que es el producto del reencuentro romántico de una madre con su hijo perdido (esta vez el bebé que raptó el kkk halló el camino de vuelta a casa). La música de los esclavos negros al otro lado del Atlántico se encuentra con la de sus ancestros de la isla africana, y Fela, como puente, crea el nuevo ritmo que marcaría y redefiniría las expresiones artísticas de lo afro y, mediante estas, sus políticas.

En principio, su segundo nombre era Ransome, pero en los setenta lo cambiaría por Anikulapo, que se traduce como “aquel que lleva la muerte en su carcaj” –lugar donde los guerreros cargan sus flechas–, argumentando que su otro nombre era occidental, apelando a algo mucho más global, el pan-africanismo socialista.

El rehusarse a usar condón, como lo exhorta una de las últimas canciones que compuso, o afirmaciones del tipo “el sida es una enfermedad de blancos”, vienen de un personaje que se niega a ser absorbido por la aplanadora occidental. Desde detalles tan nimios, que terminaron seguramente por favorecer el germen del sida que acabó con su vida en 1997, hasta canciones osadas con un impacto político inmediato en la gente, todos son reflejo del alcance de Fela Kuti.

 

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Fela Kuti en concierto

 

Kuti no tenía ningún problema en rechazar una propuesta de Paul McCartney que lo hubiera posicionado como una figura mucho más icónica en el mundo, afirmando que “el hombre blanco quería robar su música”, y tampoco en rechazar un contrato con un anticipo de un millón de dólares ofrecido por Motown porque su hechicero personal, conocido como el Profesor Hindu, le aconsejó que lo hiciera. Tampoco tenía problemas en realizar álbumes de dos canciones, cada una de treinta minutos de duración, lo cual lo alejó del mainstream global. Parte de su intención era rechazar la mercantilización de su música, a pesar de que muchas personas de su círculo personal, como su manager Rikki Stein, le aconsejaban que hiciera temas de cuatro minutos mucho más amigables con la radio.

Fela apelaba a razones políticas, pero creo que se debió más a una cuestión estética. Fela Kuti era un perfeccionista que no repetía canción después de ser grabada e interpretada en público durante un concierto, y que tocaba más de diez instrumentos con habilidad. En los ochenta llegó a decir que su música era el equivalente a la música clásica europea, comparable a Handel, Schubert o Bach, y que si ellos no tuvieron que hacer recortes a sus obras maestras, él tampoco tenía la obligación de hacerlos. “La música clásica le dio un empujón a la música europea, la música africana se lo da a todo el mundo”.

Este contenido políticamente cargado iba acompañado de una composición superlativa. Tony Allen, que fue uno de sus bateristas —considerado el mejor baterista de todos los tiempos—, así lo considera. La cara de uno de los Felas escupía al establishment mientras la otra lo cebaba con su música perfecta. El periodista musical Peter Culshaw bien lo explica en uno de los reportajes que hizo sobre el músico nigeriano: “Fela se toma siete minutos en establecer un groove impecable, a pesar de ser una pista subversiva e incendiaria, sin tomarse ningún apuro”, incluso afirma que su canción Zombie es mucho más radical que la de Anarchy in the UK de los Sex Pistols, que salió el mismo año. La canción de Fela, sin mostrar la agresividad del punk inglés, produjo disturbios en todo Lagos, la ciudad más poblada de su país. Sagrario Luna afirma que fue de las pocas figuras capaces de enfrentarse cara a cara con las autoridades nigerianas. Fela no se ocultaba, todo el mundo sabía que podían encontrarlo en su República de Kalakuta. Rikki Stein recuerda que una noche, a las tres de la mañana, iban en un coche conducido por Kuti cuando en el camino apareció una multitud de personas con palos, machetes y piedras, gritando. Fela, en lugar de asustarse y dar marcha atrás, bajó la ventanilla del coche, sacó medio cuerpo y les grito “¡Bastardos!”. Los manifestantes, al ver que se trataba de Fela, dejaron que siguiera. “El nombre de Fela abría caminos en Nigeria”, afirma Stein.

 

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Carátula del álbum “Zombie” (1976). Artista: Lemi Ghariokwu

 

La dimensión de Fela en su momento era incomparable a cualquier otro artista occidental. Las personas puede que se encontraran caminando a Paul McCartney por las calles de Londres y causaran alguna histeria, pero cuando la gente en Lagos se encontraba con Fela, se le acercaban e impregnaban de una energía única, como si le dijeran te apoyamos, lucha por nosotros.

En su música, Fela Kuti denunciaba la corrupción, la nocividad del cristianismo y el islam, así como el legado colonial que acaba con la cultura africana. Como lo explica en su impronunciable canción “Mr. Grammarticalogylisationalism is the boss”, una abierta crítica al lenguaje impuesto por las potencias en un país como Nigeria, donde se hablan alrededor de doscientas lenguas. Como afirma la periodista Sagrario Luna, esto dio los suficientes pretextos para que fuera perseguido, acosado, torturado y encarcelado (más de doscientas veces). Pero, a pesar de las golpizas, Fela Kuti no dejaba a un lado su actitud desafiante contra el régimen. Como se mencionó en un principio, fue el creador de una comuna que osa llamar independiente en el corazón de un régimen militar (República independiente de Kalakuta), lugar de encuentro de la contracultura africana, la diáspora y la disidencia, donde se conseguían libros escritos por autores negros que desbarataban el discurso histórico occidental sobre África. También funda el mítico bar The Shrine, donde no paró de presentarse hasta poco antes de su muerte. El bar devino en un centro de la bohemia africana que llamó la atención de artistas de otras latitudes como James Brown o Paul McCartney, quien confiesa haber llorado de emoción en una de las presentaciones de la banda de Fela, Africa 70. The Shrine era el Montmartre de Lagos, el apartamento de la calle 72 del East River de Nueva York, un centro de referencia mundial.

 

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Fela Kuti, Felt Forum NYC 11, 1986

 

Sin embargo, no se trata de caer en el maniqueísmo del genio bueno y bondadoso en contraposición al sistema malo y perverso. Fela era una contradicción ambulante; pero, ¿acaso no lo es la historia de África? Por un lado, decía ser un sexista confeso, casado con más de veinte mujeres, a las cuales golpeaba para callar cualquier discusión, alguien que lindaba los límites de la misoginia pero que, por otro lado, encontró sus grandes fuentes de inspiración y amor en las mujeres. Como su madre, Funmilayo Ransome Kuti, feminista anti-colonialista, el amor de su vida; o Sandra Izsadore, su musa y mentora política, quien conoce a Fela en Los Angeles durante el primer viaje a EEUU de éste con su primera banda, los Koola Lobitos Band, y quien le introdujo en el pensamiento de Malcom X, Los Black Panters y Angela Davis. Es ese joven Fela el que regresa a Nigeria y hace retumbar no solo el mundo de la música sino la realidad política de su país. Les debía todo a las mujeres, pero aún así era hijo de su tiempo y de la cultura machista de su tierra.

El episodio más famoso de su irreverencia está ligado también a su canción más famosa, la inolvidable Zombie, la cual es una crítica abierta a los regímenes militares como el que lideraba Olusegun Obasanjo para la época en Nigeria (1977). Fela toma el origen etimológico de la palabra zombie, que tiene connotaciones ancestrales tanto de la “vieja” como de la “nueva” África que está en América, más exactamente en Haiti, para referirse a un cuerpo sin vida pero animado que sigue las órdenes de su amo sin vacilar, una nueva esclavitud de espíritu representada por el militar que pretendía ser mostrado como un revolucionario: una burla total al régimen. El resultado fue que más de mil “zombies” allanaran su República Independiente de Kalakuta, golpeando a Kuti hasta casi matarlo, violaran a varias mujeres, quemaran todo hasta las cenizas, incluyendo canciones inéditas, y, lo más triste, que marcaría al genio africano de por vida, que mataran a su madre lanzándola por la ventana de un tercer piso. Kuti no superaría esa pérdida y su música cobraría una esencia más oscura. La respuesta de Fela a la muerte de su madre fue un año después, durante el día de la independencia nigeriana, el primero de octubre. El dictador Olusegun Obasanjo tuvo que acabar con su dictadura militar después de trece años en el poder y Fela, junto a sus esposas, llevaron el ataúd de su madre hasta las puertas de la casa donde Obasanjo vivía.

Fela Kuti muere el 2 de agosto de 1997 por una enfermedad relacionada con el sida, aunque para muchos de sus seguidores, incluyendo a su manager Rikki Stein, se debió más a la acumulación de golpizas en su cuerpo. “Nadie muere en África por causas naturales. Dicen que murió de sida, pero para mí fue de las constantes golpizas. Era un gigante, pero un hombre ante todo. Hubo inclusive un punto en donde no podía tocar el saxofón a causa del dolor”. A su funeral asistieron un millón de personas; Stein lo recuerda como la experiencia más impactante de su vida junto a Kuti. Aún muerto seguía sorprendiéndolo. “Tardamos siete horas en trasladar su cuerpo del lugar de velación a donde lo enterraron, mientras tanto su banda no paraba de tocar su música y todos bailábamos”.

 

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Carátula del álbum “Unknown Soldier” (1979) Artista: Lemi Ghariokwu

 

El legado de Fela va más allá de la música. Está claro que ayudó con su obra a la reivindicación de África, pero también invadió otros espacios, como el arte gráfico, el movimiento hip-hop y la cultura popular afro. Muchos creen que se debe a que su “hijo”, el afro beat, puede básicamente mezclarse con cualquier género y producción artística. La voz de protesta afro que después recayó en el hip-hop está claramente influenciada por el legado de Fela. Muchos artistas como Nas (Warrior Song), Mos Def (Fear Not of Man), Missy Elliot (Whatcha Gon’Do), o The Roots (I Will Not Apologize) utilizan la música de Fela como base para sus composiciones. Este año ha habido más de veinte “felabrations” en todo el mundo desde Yakarta hasta Madrid y la obra de Broadway que representaba su vida, producida por figuras como Jay-Z o Will y Jada Smith, fue vista por más de un millón de personas. Inclusive su legado pudo haber afectado la salud mundial como lo relata Peter Culshaw, “sus apologistas dicen que fue su muerte la que sacó el sida a la luz. Salvando muchas vidas”.

La vida de Fela es su obra máxima, su cuerpo el símbolo, la materia prima. Un perfomer como Marina Abramovic, una estrella tercermundista como Bob Marley, un rebelde como Fermín Muguruza. Sus mil facetas: fundador de bares, partidos políticos, periódicos, creador de más de cincuenta elepés y géneros musicales son indispensables para entenderlo. Como ya dije antes, mucho se ha escrito sobre Fela, así que simplemente me queda por recomendarle al lector su mejor canción en la opinión subjetiva de este periodista: Africa, Center of the World/2000 Blacks Got to Be free.

Federico Gutiérrez García
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