Juego de Tronos, el poder de la esperanza

Con motivo del estreno de su sexta temporada, he pensado tratar la increíble capacidad que tiene Juego de Tronos para crear cada vez más espectadores. Como seguidora de la serie, puedo decir que me gusta por muchos motivos: las luchas de poder, la acción, el terror, la fantasía, el amor o el sexo y otras maravillosas características que vendrían a construir el complejo mundo del melodrama. De hecho, creo que es en este último concepto donde reside parte de la respuesta, y es que los humanos sentimos especial inclinación por lo dramático. Quizá sea por la razón de que nuestras románticas pasiones a veces son tan incontrolables que uno se encuentra a sí mismo deseando llorar y pronunciando las palabras “no puede morir, es el protagonista” (o algo parecido, a veces simplemente es suficiente con el llanto incontrolable). Sea como fuere, esta serie ha sabido captarlo. Cuidado con aquellos que no llevéis la serie al día, pues este artículo contiene spoilers.

Juego de tronos es experta en llevar nuestras emociones al límite, lo que hace que me pregunte si en realidad no seremos todos un poco masoquistas y queramos comprobar hasta dónde se puede tensar esa cuerda. He considerado la posibilidad de responder que sí somos tremendamente masoquistas, porque de lo contrario ya habríamos dejado la serie atrás después del desastre que significó para los Stark la horrible boda roja. Con la muerte de esos personajes se fue también un pedacito de corazón de todos aquellos que confiaban en El Rey en el Norte.

 

Juego de tronos.

Rob Stark, hijo mayor del clan, contempla a su mujer asesinada.

 

Pero esa misma posibilidad la he tenido que descartar porque existe en nosotros un sentimiento aún más fuerte que aquel que nos empuja al melodrama, y esto es la esperanza. Esa pequeña cursilera que, en ocasiones, nos obliga a cometer tremendos crímenes como buscar por internet frases de Paulo Coelho, aunque esto también tiene sus ventajas. Tenemos que reconocer que el sentimiento de que las cosas siempre pueden cambiar para mejor es algo que hasta el más nihilista de los humanos guarda en su frío y esquivo corazón. Es algo inherente al ser humano, como la capacidad para razonar o la mala memoria. Y, reconozcámoslo, sienta muy bien tener esperanza.

Juego de Tronos es una serie lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de ello y explotarlo de igual forma, pues mientras destruye todo lo que hemos podido amar, nos da, a cambio, un aliento de esperanza para que sepamos que no es el fin. La muerte del Rey Joffrey es un ejemplo perfecto de ello; ese momento significó la esperanzadora venganza que muchos espectadores estaban deseando. Que aquel sádico muriera no sólo sirvió para hacer un capítulo brillante sino que salvó de la tristeza a todos aquellos a quienes los Lannister habían dañado alguna vez. Para los que no veáis la serie, creedme, esa era muchísima gente.

 

Juego de tronos

El rey Joffrey momentos antes de ser asesinado.

 

Juego de Tronos ha creado personajes absolutamente redondos; algunos son crueles, otros bondadosos, otros inocentes o maduros, bellos, peligrosos, queridos, odiados, admirados o temidos, pero todos se mueven por el mismo sentimiento de esperanza. Está claro que cada esperanza (y puede estar más o menos justificada) es diferente, pero, al fin y al cabo, ese pequeño pensamiento de que las cosas cambiarán a mejor es lo que mueve a todos los personajes. Es normal, por tanto, que los espectadores que queremos dar rienda suelta a nuestras lágrimas y dejarnos llevar por las pasiones queramos ver series como esta. Nosotros, como ellos, también guardamos la esperanza de que todo saldrá bien y de que nunca matarán a ese personaje, pero, al mismo tiempo, sabemos que si lo hacen… bueno, ¿qué hay mejor en Juego de Tronos que el poder de la venganza?

 

Juego de Tronos

Drogon, el elemento fantástico estrella de Juego de Tronos.

 

Mamen García García
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