La posmodernidad y su influencia en el arte contemporáneo

La posmodernidad aparece a mediados de los 70 y representa una fuerte crítica al mundo de la soberanía moderna, un mundo maniqueo, dividido por una serie de oposiciones binarias que califican el Yo y el Otro, el blanco y el negro, el interior y el exterior, el dominante y el dominado. El pensamiento posmoderno combate sobre todo la lógica binaria de la modernidad. Haciendo presión sobre la naturaleza híbrida y ambivalente de nuestras culturas y de nuestro sentido de pertenencia, las teorías posmodernas desafían la lógica binaria del Yo y del Otro que sostiene la ideología racista, colonialista y sexista. Si la edad moderna es el reino del blanco, masculino y occidental, la posmoderna será, en términos simétricos, el reino de las liberaciones de los no-blancos, no machos y no occidentales. Como afirmó Bell Hooks en su tensión más radical, el posmodernismo como política de las diferencias adopta los valores y las voces de los refugiados, de los marginados, de los explotados y de los oprimidos.

La posmodernidad afecta naturalmente al mundo del arte y a finales de los 60 se revisaba el relato único que conforma la historia canónica y se confrontaba con algo que se podía llamar “relatos particulares”, aquellos que priorizaban la entrada del “otro”, entendiendo por tal lo que está fuera o en los bordes del sistema establecido. En este sentido, un momento importante es la invitación de Louis Althusser, padre de la revisión del marxismo, a Jacques Lacan, codificador de la relectura de Freud, al Colegio de Francia de París a primeros de los 60. Será el principio de una visión del mundo esencial también para la historia del arte que, desde muchos puntos de vista, bebe de Lacan tanto en sus planteamientos teóricos como en la propuesta de los artistas mismos. La visión lacaniana de la subjetividad será, de hecho, fundamental en la codificación del “otro”, punto de partida para las teorías del género y hasta postcoloniales. Por otro lado, teniendo en cuenta la importancia de la mirada en el proceso y el interés del propio Lacan por las pinturas, es fácil constatar el impacto que han tenido sus posiciones en la teoría y la práctica artísticas de los años 80 y 90.

 

Jacques Lacan

Jacques Lacan

 

La teoría de Lacan es también esencial para los estudios postcoloniales que se inician con Edward Said y su Orientalismo de 1978. En este libro se interroga la noción misma de “Oriente” desde un pensamiento que revisa el discurso colonial y se acaba por concluir que dicho discurso no es capaz de establecer matices a la hora de denominar el supuesto “otro”. Así, Oriente termina por ser, sencillamente, lo que no es Occidente.

A mediados de los 80, una pensadora de origen indio, Gayatri Spivak, publica el texto ¿Puede el subalterno hablar? Aquí se aborda un tema esencial a la hora de revisar el análisis y la producción del arte fuera del Occidente porque explica la idea de que aunque el subalterno, en especial las mujeres de fuera del discurso hegemónico, hable, en realidad no se llega a oír su voz ni se llega a entender.

Sea como fuere, el problema que exponen estos planteamientos es que resultan muy subsidiarios del discurso hegemónico por excelencia, el anglosajón. Dicho discurso ha generado, de hecho, un nuevo territorio de poder del cual resulta muy complicado salir porque, a pesar de estar pensando contra lo impuesto, acaba por reproducir sus mismos sistemas de control.

Una gran aportación de la década de los 70 es el modo en el cual el arte feminista y sus implicaciones con el cuerpo empieza a florecer, sobre todo en los Estados Unidos e Inglaterra, pero también en España, Italia y Francia. La presentación de la exposición de Anne Sutherland Harris y Linda Nochlin Mujeres Artistas, 1550-1950 se inscribía en el esfuerzo que algunos años antes, en 1971, la misma Linda Nochlin había iniciado con su artículo clásico ¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas? Desde cualquier punto de vista, dicho artículo abría el camino a todas las siguientes revisiones de la historia del arte canónica que ponía en cuestión el sujeto de clase media, hombre, heterosexual y blanco.

 

Guerrilla Girls

Guerrilla Girls

 

El colectivo feminista Guerrilla Girls denuncia en los últimos años 80 la escasa presencia de mujeres en el mundo del arte, que califican de machista. Se publicitaban a través de un cartel muy atractivo, donde se tomaba a La gran odalisca de Ingres como punto de partida. La cara y el turbante sexy habían sido sustituidos por la cabeza de un gorila, la misma que las integrantes del grupo vestían en Nueva York cuando el día de una inauguración trataban de colarse para volver a hacerse la pregunta incómoda “¿Tienen las mujeres que estar desnudas para entrar en el Metropolitan?”

¿Tienen que ser odaliscas o Venus? ¿Tienen que ser musas o modelos? Dicho de otro modo, ¿están condenadas a desnudarse para entrar en la historia?

En El mundo deslumbrante, la última novela de Siri Hustvedt (que sigue siendo conocida como la esposa de Paul Auster), la protagonista Harriet Burden, personalidad semiolvidada de la escena artística neoyorquina, afirma que “todas las creaciones intelectuales y artísticas tienen mejor recepción en la mente de las masas cuando estas saben que, en algún lugar detrás de una gran obra, se encuentra una polla y un par de pelotas”.

El ranking de Artfacts confirma que las mujeres siguen teniendo dificultades para afirmarse en el mundo del arte contemporáneo; de hecho, en los primeros cincuenta artistas se encuentran solo ocho mujeres y solo una en los primeros diez.

A partir de esta introducción, en mis próximas publicaciones en este blog voy presentar artistas que por su origen, sexo o cultura han tenido que enfrentarse con el sistema del arte donde el dominio del blanco, masculino y occidental es todavía muy fuerte.

 

Riccardo Giamminola

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