Rubens en Madrid

Además de maestro de la pintura, coleccionista y erudito, Rubens desarrolló una importante carrera diplomática que le permitió recorrer toda Europa y conocer a las personalidades más destacadas de su tiempo. En 1603 visitó España por primera vez, fue enviado por el duque de Mantua a la corte de Valladolid con el propósito de intercambiar y adquirir obras de arte, algo muy habitual en la época. Entonces Rubens era un pintor completamente desconocido en España, pero en su segundo viaje, 25 años después, ya era un artista reconocido y admirado en toda Europa. A la llegada de Rubens a la corte de Felipe IV, se encargó a Velázquez que se pusiera a disposición del artista flamenco para agasajarlo y servirlo en todo cuanto necesitara. Este le proporcionó un taller para que trabajara y le mostró las colecciones reales tanto de Madrid como de los Sitios Reales, facilitándole el acceso a todas aquellas que quisiera copiar. Pronto trabaron una mutua y estrecha amistad. Rubens se encontraba en la cumbre de su fama y Velázquez era un joven que aún no había desarrollado la inmensa fuerza de su alma artística. Estaban destinados a entenderse y estimarse.

 

Diego Velázquez, "Los borrachos", 1628-1629.

Diego Velázquez, “Los borrachos”, 1628-1629.

 

Rubens, en esta estancia de nueve meses en la corte española, ejerció una importantísima influencia en Velázquez, que ansioso de estudio y ávido de gloria le observaba trabajar. Pacheco fue el maestro del sevillano, un hombre instruido pero que prácticamente no había salido de Sevilla y que ya poco podía enseñarle. A Rubens, por el contrario, poco le quedaba por conocer; había estado en Italia, Flandes, Francia e Inglaterra. En sus numerosos viajes pudo estudiar a todos los maestros de la historia del arte, admirar las obras de la antigüedad clásica y conocer las magníficas colecciones de los diferentes monarcas europeos. La relación con Rubens hizo que Velázquez comenzara a imprimir más carácter a sus obras y que empezara a pensar en la idea de viajar a Italia a estudiar el arte antiguo y los maestros del renacimiento y el barroco. Esta influencia es palpable en una obra que empezó y terminó de pintar durante la estancia del flamenco en Madrid, y que se trata de «El triunfo de Baco», también conocido como «Los borrachos». Tanto por su temática como por su composición, su naturalidad y fuerza lumínica, por su energía expresiva, su color y su dibujo, se establece una nueva etapa en el estilo de Velázquez que recuerda mucho a la vitalidad del colorido utilizado por Rubens.

 

Pedro Pablo Rubens, "Las tres Gracias", 1630-1635. Una de las obras que Felipe IV adquirió a la muerte de Rubens.

Pedro Pablo Rubens, “Las tres Gracias”, 1630-1635. Una de las obras que Felipe IV adquirió a la muerte de Rubens.

 

Los asuntos políticos y diplomáticos que Rubens venía a tratar con la corte española no debían ser muy urgentes puesto que el artista permaneció entregado plenamente a la pintura durante los nueve meses que duró su estancia. Copió numerosas obras y retrató a los reyes y a los infantes, realizando alrededor de cuarenta lienzos en ese tiempo. Suponiendo que no hizo otra cosa que pintar, le dedicó siete días a cada uno de ellos, un ritmo absolutamente extraordinario. En 1629, Rubens marcha a Bruselas y después a Londres para continuar con su labor diplomática. Sale de una corte digna de su fama, de la que se llevaba su amistad con Velázquez. Siempre recordaría los ratos en el estudio del sevillano charlando y pintando, dándole consejos y abriendo nuevos horizontes a su genio.

 

Lucía Ramos Martín
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