Descubriendo una verdad.

Spotlight: relato de un tabú

El cine de hoy en día busca constantemente nuevas formas de hacer llegar al público espectador los mensajes que construye. Si ese mensaje llega o no es lo que todos los artistas deben preguntarse, pero existen ocasiones en las que podemos responder con un sí rotundo. La película Spotlight (2015) me parece un caso perfecto para demostrar cuándo las cosas salen bien en el cine, cuándo esa respuesta se vuelve perfecta.

Tom McCharthy nos narra la historia del equipo de investigación especial que destapó los casos de pederastia en la Iglesia Católica de Boston, encubiertos durante décadas por la Archidiócesis. Tratar un tema así y no perder de vista nunca el relato que se nos cuenta no es nada fácil, pero es que ahí reside, precisamente, su punto más fuerte. La película utiliza a unos periodistas para llevar el peso de la historia y la forma tan sutil en que están construidos los personajes solo ayuda a hacerlo mucho más real. Todos los integrantes del grupo de investigación han sido educados desde niños de acuerdo a la fe católica, uno de ellos sigue yendo a misa con su mujer y sus hijos los domingos y otra de las periodistas suele acompañar a su abuela que, además, va tres veces por semana. De hecho, esta idea es precisamente la que nos está intentado transmitir la película: la Iglesia está siempre presente y está en todos nosotros, aunque sea en mayor o menor medida. Con suerte, Spotlight se aleja de los personajes al estilo Garganta Profunda de Todos los hombres del presidente (1976), de los garajes y de las sombras —por muy válido que eso sea, aunque sólo quede bien en la película de Alan J. Pakula— para contar una verdad horrible a plena luz del día.

 

Spotlight

Fotograma de la película que reúne a los protagonistas encargados de destapar el escándalo

 

El trabajo de los actores es también muy bueno, desde los más protagonistas hasta la gran voz del teléfono que les va ayudando poco a poco. Unos se apoyan en otros y entre todos forman un todo que trabaja por y para la historia, sin protagonismos excesivos ni planos demasiado largos. En esta película encontramos el perfecto equilibrio de caracteres.

Por otro lado, su ritmo es lento pero constante y nunca estático, sino todo lo contrario. Sorprende la capacidad del director para construir la investigación de forma tan emocionante. Este ritmo está reforzado, además, por la fotografía de la película, pues hay determinados fotogramas donde aparecen las diferentes iglesias de la ciudad de Boston, siempre por detrás. Están situadas en un segundo plano pero existen de forma imponente, como para recordar lo difícil que es luchar contra una Institución que siempre acecha.

 

Spotlight.

Fotograma que muestra al representante de las víctimas en la película.

 

Para finalizar, un último apunte interesante sobre una idea muy repetida en la película es que las consecuencias de los abusos que los curas ejercieron sobre todos esos niños va mucho más allá de lo físico. Es necesario saber que se trata de la perversión de la fe, que esos hombres jugaron con la espiritualidad de unos niños que no entendían nada de lo que les estaba pasando. Por todo eso, la película en sí misma se presenta como testimonio en contra del olvido y porque, tal y como se dice en determinado momento, hay que recordarle al mundo que nadie debería ser capaz de hacer algo así y no pagar por ello.

 

 

Mamen García García
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