Zen, otra manera de pensar el arte (I)

Este artículo, como síntesis, dista de ser un sustituto asimilable que evite la lectura directa de textos que hayan tratado el problema de la complejidad del budismo Zen. Tampoco se propone fungir como una monografía que os guíe por la historia de este pensamiento. El presente texto, y los subsecuentes, se componen de muchas perspectivas: antecedentes históricos, citas, categorías propias del budismo Zen y una serie de anécdotas que me llevaron a incorporar algunas de estas ideas en mi producción como artista y a nivel personal. No pretende ser una propaganda ciega de una ideología, sino un acercamiento con una alternativa de pensamiento que disuelve las fronteras entre un yo y un otro y plantea las relaciones intrínsecas en nuestra manera de relacionarnos con la “realidad”.

 

Alan Watts

Alan Watts

 

No es un secreto que, para los círculos filosóficos de Occidente, las concepciones filosóficas de Oriente, como el taoísmo, el budismo Mahayana o Zen –centrándose en este último el presente artículo– tienen un valor escaso como alternativas de pensamiento. Ya desde mediados del siglo XX, el filósofo británico Alan Watts, uno de los principales medios por los que las filosofías de Asia llegaron a Europa y América con El camino del Zen, uno de sus trabajos más conocidos, señalaba esta malinterpretación o “ninguneo” por parte del pensamiento occidental, de una manera de entender la realidad más allá del binario matiz entre un sí o un no. Esto va de la mano de la nula –pero consciente– preocupación por establecer un rígido sistema de pensamiento discursivo tratado por el escritor Jean M. Riviére en El arte Zen, que, en relación a los esquemas lógicos por los que muchas veces nos regimos, carecen de esa posibilidad aprehensible en términos cognoscibles.

Antes de continuar, se vuelve necesario algo de información un poco más precisa sobre el significado del término. Zen, como la mayoría de las prácticas del budismo, deviene a su vez del budismo mahāyāna, una antiquísima escuela gestada en la India. La palabra Zen es la pronunciación en japonés de la palabra china chan (禪) que, a su vez, deriva de la palabra sánscrita dhiana, que significa meditación.

El chan se desarrolló en China. Acorde a lo que describe Watts en El camino del Zen, el budismo se desarrolló desde el siglo I. En un comienzo era una práctica del budismo indio que destacaba por la dedicada traducción y el estudio de textos. Progresivamente devinieron otras corrientes, una de las cuales es la escuela Chán.

Se describe que los monjes japoneses se trasladaban frecuentemente a China para llevar nuevas enseñanzas de los maestros chinos de vuelta a Japón. Paulatinamente, esta práctica del budismo pasó de ser una replicación a adquirir un carácter más propio del contexto nipón a partir de la cultura japonesa y su idiosincrasia.

Una vez dibujado este panorama general, veo pertinente particularizar el rumbo de la redacción a un enfoque, quizá, más personal.

 

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Grupos de personas reunidas para disfrutar del Hanami.

 

Uno de los factores más importantes en el Zen y cualquier otra práctica budista es el reconocimiento de la impermanencia, de que todo se encuentra en un constante devenir y nada puede hacerle frente a la desaparición a través del tiempo, pues es una consecuencia inherente a la naturaleza. Específicamente en las categorías estéticas de Japón se encuentra el término mono no aware, que, a pesar de múltiples interpretaciones –algunas más fatalistas, nihilistas o melancólicas que otras–, se podría describir en un término neutral, citando al teórico literario Motoori Norinaga, como “una profunda sensibilidad con las dimensiones emocionales y afectivas de la existencia en general“. Rascando un poco más en esta propuesta, la sensibilidad respecto al plano existencial contempla la apreciación de un elemento intrínseco en la existencia que, como ya mencionamos, es la impermanencia, en un rango un tanto más súbito que aletargado. No hay mejor ejemplo para entender esto que el Hanami, una tradición japonesa en la cual las personas se reúnen para ver el rápido y bello florecimiento de los botones de los árboles de cerezo. Sin embargo, el interés va más allá cuando se da el mismo valor tanto al florecimiento como al proceso de las flores al marchitarse.

¿Por qué me he tomado este espacio para hablar de esto en relación al arte? Cuando me encontraba trabajando en mi serie de pinturas sobre la ciudad hace un par de años, la premisa detrás de dicho trabajo era cómo el paisaje urbano era un espacio de constante transformación en que el panorama cambiaba y nos encontrábamos inmersos en un entorno transitorio que se reconstruía todo el tiempo, con distintos tipos de arquitectura o la aniquilación de reservas naturales. No conocía nada más sobre el budismo Zen, pero cuando indagué un poco más en ello me percaté que estaba en relación con una consideración del mundo que estaba reconociendo, de una manera inconsciente quizá, a través de la pintura.

En la medida en que me adentré e investigué, encontré que otros artistas –de las artes visuales, la música o la literatura– trabajaron o trabajan actualmente tomando en cuenta esta condición impermanente, incluso sin inmiscuirse religiosamente con dichas ideas, desde el músico George Harrison con su disco All things must pass, pasando por la generación Beat en los Estados Unidos de mediados del siglo XX hasta el movimiento Mono-ha de artistas visuales de los 60 y 70. Incluso algunos planteamientos de la filosofía hegeliana tienen algunos puntos en común en lo que respecta al devenir del espíritu; la idea del Eterno retorno de F. Nietzsche mantiene algunas cuestiones latentes de esto.

 

Jack Kerouac #2

El escritor estadounidense Jack Kerouac fue uno de los personajes pioneros de la generación Beat. Uno de sus más famosos libros, “En el camino”, contiene bastantes referencias al budismo Zen, lo que despertó, junto con los textos de Alan Watts, la curiosidad de toda una generación por las filosofías orientales.

 

En la siguiente entrega de esta serie de artículos ahondaré en esta relación entre el arte y el pensamiento Zen, tanto en Oriente como en sus repercusiones sobre Occidente.

 

Consultas:

-Bovay, Michel; Laurent Kaltenbach y Evelyn de Smedt. Zen. Práctica y enseñanza; historia y tradición; civilización y perspectivas. [1999]. Barcelona: Kairós, 3.ª edición, 2005.

– Parkes, Graham. Japanese Aesthetics; First published Mon Dec 12, 2005; substantive revision Mon Oct 10, 2011 http://plato.stanford.edu/entries/japanese-aesthetics/

-Watts, Alan. El camino del Zen (1957) editado por Edhasa, 2003, traducido por Adolfo Vázquez

 

Manuel Guerrero (Lumangueba)

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