Breve historia de la ciencia ficción I. Monstruos, muerte y electricidad

La devoción científica del siglo XVIII marcará, además de toda una serie de avances que culminarán en el XIX, el nacimiento del género fantástico por antonomasia del mundo moderno, la ciencia ficción. El siglo de las luces llevó a cabo un proceso secularizador del mundo haciendo hincapié en la ciencia como la única vía fidedigna para que el hombre comprendiese el mundo y todo el espectro de fenómenos que en él se producen de manera natural. En este contexto científico, la literatura fantástica (puesto que el término ciencia ficción no es acuñado hasta 1920) apareció como una vía para desarrollar todo el imaginario que no tenía cabida dentro de los cánones estrictamente científicos. Se produce entonces una coexistencia de lo científico con lo fantástico, en la que la ciencia y sus procesos se presentaban como una base teórica para desarrollar obras literarias en las que dar rienda suelta a un mundo irreal pero estrechamente vinculado a lo humano, en contraposición a la fantasía de épocas anteriores que se centra en la esfera divina.

Sin embargo, la creencia en lo suprasensible, en los poderes místicos que regulan la vida humana y la esfera divina no es erradicada por completo produciéndose una amalgama de géneros. Más aún si tenemos en cuenta que la observación científica de la época no es capaz de dar respuesta a muchos de los interrogantes que surgían tras cada nuevo descubrimiento. Las primeras investigaciones que motivarán el alumbramiento del género son las teorías sobre el magnetismo y la electricidad, especialmente las de Luigi Galvani y Mesmer, pero también Franklin y Faraday, cuyas pesquisas científicas servirán para dar origen al término “electrobiología”. En este contexto de devoción científica, los relatos fantásticos comenzarán a publicarse en la prensa junto con estudios académicos produciéndose una simbiosis curiosa entre academicismo y ensoñación.

La electricidad como motor: Shelley y Verne

1818 es el año de publicación de la que actualmente es considerada como la primera obra literaria de la ciencia ficción. Frankenstein de Mary Shelley propone una moderna reinterpretación del mito de Prometeo, presentándonos a un científico obsesionado con dar respuesta a los interrogantes acerca del misterio de la vida.
Shelley no ofrece detalles concretos acerca de cómo Víctor da vida a la criatura, pero teniendo en cuenta las anteriores referencias que este hace sobre su aprendizaje científico a manos de su padre, especialmente el episodio de la cometa, podemos colegir que la electricidad juega un papel fundamental en el proceso creador. Especialmente revelador es el siguiente fragmento, inmediatamente anterior en el relato a la creación del monstruo, en el que un arrepentido Frankenstein narra el punto culmen de sus investigaciones:

“De pronto una luz surgió de entre estas tinieblas; una luz tan brillante y asombrosa, y a la vez tan sencilla, que si bien me cegaba con las perspectivas que abría, me sorprendió que fuera yo entre todos los genios que habían dedicado sus esfuerzos a la misma ciencia, el destinado a descubrir tan extraordinario secreto”.

 

Ilustración de portada Frankenstein

Theodor Von Hols. Portada para la edición de 1831

 

Prácticamente la totalidad de adaptaciones, tanto teatrales como cinematográficas posteriores, coinciden al asociar el primer hálito vital de la criatura con la caída de un rayo sobre la materia inerte. Shelley se vale aquí de las investigaciones que a finales del siglo XVIII llevase a cabo Luigi Galvani sobre cadáveres de animales, en los que mediante la aplicación de impulsos eléctricos sobre los tejidos muertos se observaba una respuesta en forma de movimiento. Mediante este paralelismo fuego-electricidad, Shelley refuerza la identificación de Victor con Prometeo.

Julio Verne identificaba la electricidad como el “alma del universo” y será la fuerza que empleen todas las máquinas que aparecen en sus obras. Sin embargo, cuando es necesario reflexionar acerca del origen cientifico de la creación y explotación de esta energía, prefiere dejar un velo de misterio, reforzando esa concepción mágica que la electricidad tenía en la época. En el capítulo doce de 20.000 leguas de viaje submarino titulado “Todo por la electricidad”, el capitán Nemo conversa con el profesor Aronnax acerca de los instrumentos de navegación que lleva a bordo el Nautilus, pero cuando llega el momento de explicar la energía motriz de la nave, el capitán se limita a apuntar: “Existe un agente poderoso, sumiso, rápido, fácil, que se presta a todo uso y reina como amo a bordo de mi nave. Todo se hace por medio de él. Me ilumina, me provee de calor, es el alma de mis aparatos mecánicos. Ese agente es la electricidad”. Ante la sorpresa del profesor, debido a que no se explica cómo la nave es capaz de generar suficiente cantidad de energía para moverse, el capitán replica: “Señor profesor […], mi electricidad no es la de todo el mundo, y esto es todo lo que me permitirá usted que le diga”. Nemo habla así de las consecuencias directas del uso de electridad, calor, movimiento, luz… pero no del origen de la fuerza; además, hay que tener en cuenta que Nemo habla de la electricidad como una energía “sumisa”, supeditada a la voluntad del hombre. En el imaginario de Verne, el ser humano es un nuevo Dios, capaz de manejar a su antojo fuerzas creadoras y destructoras, y dueño de su propio destino.

El miedo a la muerte a golpe eléctrico

Julio Verne fue un autor fascinado por las novedades de su tiempo, como tantos otros artistas, capaz de ver en la mecanización y el progreso una sombras inciertas y aterradoras. En París en el s. XX encontramos un capítulo titulado “El demonio de la electricidad”. Esta obra, inédita hasta 1994, plantea una fantasía futurista, localizando la acción en el París de 1960, lo cual le sirve a Verne para desplegar todo su imaginario científico, pero curiosamente distópico. Su protagonista es un estudiante de literatura que resulta premiado en la ceremonia anual de la “Corporación Nacional de Crédito Instruccional”. Michel es abucheado en un auditorio acostumbrado a premiar únicamente las disciplinas científicas, lo cual es una manifestación absoluta del desprecio que las humanidades tienen en el momento. Conforme avanza la obra, Michel se precipita en un descenso a la locura, que culmina con el protagonista enloquecido y abrumado por la profusión de aparatos eléctricos que se emplean en la ciudad. En su recorrido incluso repara en la morgue, y en un aparato que se emplea para rescatar de la muerte a los ahogados que aún no han fallecido del todo, llevándonos nuevamente a los experimentos médico-científicos que se llevaban a cabo desde hacía casi medio siglo y que tienen su origen en Galvani y Mesmer. Sin embargo, la gran novedad que introduce aquí Verne viene al final del capítulo, cuando Michel se enfrenta a la visión del patíbulo:

“Y allí había un espectáculo siniestro. Se estaba levantando un patíbulo. Se preparaba una ejecución para el amanecer.
Varios obreros estaban alzando la plataforma; cantaban.
Michel quiso escapar de esa visión; pero chocó con una caja abierta. Al levantarse, vio una batería eléctrica.
¡Y recordó! Comprendió. Ya no se cortaban cabezas.
Se fulminaba con una descarga. Eso imitaba mejor la venganza celeste.
Michel volvió a gritar y desapareció.
Daban las cuatro de la madrugada en la iglesia de Sainte-Marguerite”.

 

Topsy tras su electrocución

Topsy tras su electrocución

 

Desde las hogueras para los herejes y las brujas hasta la sistematización de la silla eléctrica, la aplicación de la pena capital y sus métodos han variado sustancialmente. En 1889, año de introducción de la silla eléctrica en el estado de Nueva York, los dueños de las compañías eléctricas protestaron enérgicamente, argumentando que el uso de la electridad para matar reos haría a la gente pensar que esta era demasido peligrosa como para utilizarla con seguridad en sus casas. Spierenburg se preguntaba en The spectacle of suffering si en realidad estos primeros magnates eléctricos temían de manera subconsciente que la electricidad se convirtiese de pronto en algo infame. Dicho miedo viene de largo tiempo atrás. Antes de que se sistematizasen las ejecuciones por electricidad, los patíbulos y sus plazas se engalanaban con farolillos cuando el ajusticiado era un personaje célebre, como fue el caso de la ejecución del Marqués de Favras en París bajo cargos de conspiración contrarrevolucionaria. Dabot cuenta en su diario cómo en la inauguración del monumento del Triunfo de la República en París los sindicalistas acudían cantando:

“Va a pasar, va a pasar
los burgueses a las farolas
A los burgueses vamos a ahorcar”

Lo cual nos da una idea de cómo ambos elementos están presentes en los castigos generando una vinculación entre ellos que trascenderá al imaginario colectivo.

 

Recorte prensa 1903

Recorte prensa 1903

 

En la guerra por el control del entramado eléctrico de Norteamérica que se disputaban Edison y Westinghouse, una de las estrategias adoptadas por el magnate de Menlo Park fue hacer hincapié en lo peligroso de la corriente alterna, defendida por Westinghouse y Tesla, como más versátil para ser empleada a nivel doméstico (cuestión en la que estaban en lo cierto, por otra parte), y llevar a cabo muertes de animales callejeros a los que se aplicaba una corriente mortal. Fue especialmente célebre el caso de la elefanta Topsy, de la que sus dueños decidieron deshacerse después de que matase a tres hombres en un arrebato de furia. Tras varios intentos infructuosos de envenenar al animal, Edison decidió ofrecer un sistema de planchas metálicas que venía desarollando desde hacía unos años. Se colocó a la elefanta sobre las planchas y le fueron colocados varios electrodos en la cabeza y diferentes partes del cuerpo para después aplicarle una descarga de corriente alterna que terminó con su vida en pocos segundos. Edison aprovechó la ocasión para grabar el proceso con el cinematógrafo de su invención con la intención de mostrar al público los inconvenientes y peligros de la corriente alterna.

En materia de literatos Verne no fue el único preocupado por esta cuestión, y en el relato de H.P Lovecraft El verdugo eléctrico, escrito en colaboración con Adolphe Castro -con quien ya había trabajado en La última prueba y publicado en la edición de agosto de 1930 de la revista Weird Tales. En él encontramos una narración más detallada de como la muerte por electricidad suscitaba un terror que no tiene precedentes en otros medios de ajusticiamiento; sirve como muestra el inicio de la narración, en la que el protagonista dice: “Para ser alguien que jamás se ha visto amenazado por una ejecución legal, siento un horror bastante extraño hacia la silla eléctrica. De hecho, pienso que el tema me estremece más que a muchos de quienes han tenido que afrontar tal prueba”.

 

Edición agosto 1930

Edición agosto 1930

 

En medicina hallamos un uso paralelo de fuego y electricidad. En la antigüedad era común andar en círculos en torno a personas que necesitaban expiación o a enfermos mentales, a los cuales se comenzó a aplicar el electroshock ( o terapia electroconvulsiva) en la década de los cuarenta del s.XX en pacientes esquizofrénicos con delirios o alucinaciones y en depresiones muy graves. Incluso científicos pioneros en materia eléctrica, como Tesla estaban convencidos de que la aplicación de una frecuencia eléctrica en el organismo sería beneficiosa para el enfermo.

Poe y la influencia de Franz Mesmer

Estos inicios de la aplicación de la electricidad en medicina se reflejaron de manera particular en la literatura de ciencia ficción. Una de las consecuencias es la proliferación de creencias en la pseudociencia; el interés que lo científico suscitaba se sumó a otros factores como la popularización de diferentes creencias místicas orientales y a la divulgación de la astrología. Así surgirá la teoría del mesmerismo, lejanamente inspirada en las teorías científicas de Franz Mesmer mezclada con ideas derivadas de las filosofías orientales y su particular concepción del alma humana. Uno de los ejemplos más célebres es el relato de Poe El extraño caso del señor Valdemar. En él se procede a la Mesmerización (proceso que después derivaría en la hipnosis) de un voluntario, el señor Valdemar, que se encuentra a las puertas de la muerte. El sujeto del experimento permanece en un estado de no-muerte durante varios meses, hasta que finalmente su cuerpo de descompone de manera casi inmediata, ante el horror de los testigos. Personalmente, encuentro en este relato de Poe de 1845 la semilla de lo que posteriormente será el sub-género Zombi en la literatura y el cine de ciencia ficción y terror.

 

Ilustración de Harry Clark para "El extraño caso del señor Valdemar", 1919

Ilustración de Harry Clark para El extraño caso del señor Valdemar, 1919

 

Esta breve introducción de la historia de la ciencia ficción culminará en el siguiente artículo, en el que hablaremos de robots, trabajos forzados, androides célebres y el salto del género a las pantallas cinematográficas.

Lorea Rubio

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