El poema punk de los sin futuro
“Botado estás vos y todos nosotros”. Es una de las frases que pronuncia Rodrigo, el protagonista del primer largometraje del director Víctor Gaviria, Rodrigo D: No Futuro, titulada de esta forma en honor a la película de Vittorio De Sica, Umberto D, por su influencia neorrealista. Rodrigo D: No Futuro es una de las películas más importantes del cine latinoamericano de los últimos años, que estuvo nominada a la Palma de Oro en Cannes. Todo comenzó con una noticia en un diario que cayó en manos de Gaviria y que hablaba del intento de suicidio de un joven menor de veinte años en el edificio Londres, en el centro de Medellín. Al parecer, una persona encargada de hacer el aseo en el edificio evitó que el adolescente se quitara la vida. Gracias a la sensibilidad de Gaviria nació el germen de una historia a base de miseria acompañada por sonidos estridentes de las guitarras y baterías del punk colombiano de los 80.
La historia habla de Rodrigo, un joven “punkero” que atraviesa una crisis depresiva, casi nihilista, por la muerte de su madre. Su único consuelo es conseguir una batería para poder formar una banda de punk, que por impedimentos económicos es incapaz de lograr. Sin embargo, paralelo a la existencia vacía de Rodrigo, se aprecian las vidas de un grupo de jóvenes y amigos de éste que comparten esa atmósfera nihilista e inmutable. Rodrigo pareciera ser el único consciente de la pérdida de sentido de esa vida, pero no; se trata de un secreto a voces que cada uno de los personajes conoce.
Para Augusto Bernal, director de la escuela de cine Black María, esta película es un referente latinoamericano “por su importancia social, política y cultural y su manejo de producción, ya que de una u otra forma Gaviria cambia la manera de producir cine e integra otros elementos tales como los llamados actores naturales”.
Su director, ganador de múltiples premios de poesía, logra realizar un poema de lo paupérrimo, de los desechos sociales, del no-futuro. El telón de fondo: la música punk. Los versos: la realidad y la conversación que tejen sus dobles protagonistas, dobles porque representan la realidad en la que ellos mismos están inmiscuidos.
En su trabajo con actores naturales, Gaviria consiguió que el relato lo construyeran las situaciones y las vivencias de sus actores, todos ellos muchachos menores de veinte años, habitantes de las comunas (barrios marginales de Medellín) dedicados a robar y asesinar. Víctor Gaviria recuerda que una de sus primeras reuniones con los jóvenes que iban a hacer de actores fue en su apartamento y que todos ellos le dijeron que era la primera vez que entraban a un apartamento al que no fueran a robar, o que, por ejemplo, veían una motocicleta estacionada en la calle y se referían a ésta como “está botada”, como si no tuviera dueño y tuvieran el permiso para llevársela. Todo esto era lo que sucedía en Medellín, un rompimiento total de las normas sociales, una actitud radical de insubordinación. El punk hecho ciudad.
Rodrigo D: No Futuro es la primera película colombiana en tocar el tema del conflicto armado en las ciudades como producto de la marginalidad. Se enfocó principalmente en la ciudad de Medellín, porque esta ciudad fue la única de las grandes metrópolis de Colombia donde se vivió el conflicto armado de primera mano, es decir, donde confluían todos los actores y sus violencias.
La película está construida a base de causalidades. El director planteaba unas situaciones y los actores, siguiendo un boceto de guión que muchas veces no conocían, interpretaban la escena. Según la tesis doctoral en filosofía escrita por Lizardo Herrera, titulada “Ética, Utopía e Intoxicación en Rodrigo D: No Futuro”, el lenguaje de estos personajes logra comunicar mejor las experiencias que cualquier libro, tesis o enciclopedia; una realidad que está ahí y que puede atravesar los límites geográficos y culturales. “Sus mismas palabras están repletas de modismos y diversas entonaciones que poco tienen que ver con un discurso positivo-denotativo y más bien remiten a una memoria colectiva que habita difusamente en la cotidianidad de ellos y de todos nosotros”.
Esa realidad retratada era nada más y nada menos que la Medellín de 1988, que muchos fanáticos de la serie Narcos reconocerán. Una realidad donde el narcotráfico está en auge, los carteles de la droga en guerra y Pablo Escobar como un pulpo manejando todas las realidades de miles de jóvenes que viven al borde de la muerte.
Por tal motivo, parte de su virtud radica también en su intencional sonido de mala calidad y la forma de hablar de los personajes que es casi imposible —si no totalmente— de traducir a cualquier otro idioma, por la utilización del parlache (el dialecto propio de los barrios pobres de Medellín). Al igual que algunas bandas de post-rock crean lenguas para que nadie entienda sus letras, convirtiendo sus producciones en un impacto global, sucede con el parlache, pues en su no-entendimiento el espectador evidencia su realidad, rescatando las voces y formas de expresión del ghetto, ya sea en EEUU, España o Egipto.
Esta forma de hablar es lo que Gaviria ha denominado como rabia histórica, enmarcada en quienes deben asumir una vida carente de oportunidades y llena de desigualdad, y que puede tener como respuesta la delincuencia y la violencia. En palabras del actor que interpreta a Rodrigo, Ramiro Meneses, “Rodrigo D: No Futuro, está llena de bulla, de ruido, de gritos. Ésta no tiene problemas de sonido, simplemente capturó el sonido de esa época; el ruido que generaban esos personajes que son como fantasmas, que ya estaban muertos y solo viven en esa película”.
De esta manera y siguiendo la tesis mencionada anteriormente, la película de Gaviria toma partido explícito por aquellos que están en una posición vulnerable, evidenciando y denunciando a través de su lenguaje que las condiciones actuales no permiten una conversación verdadera entre esta periferia marginada y el centro de las lógicas modernas y capitalistas. Evidencia el disentimiento de un contrato social roto, malgastado y falaz. “Se borra su humanidad al negarles el horizonte del futuro y convertirlos en mera existencia que puede ser eliminada impunemente”, afirma Herrera.
Son los nuevos punks tercermundistas que remplazaron las crestas, botas, y remaches, por las pistolas y los asaltos. El punk como eje transversal del filme alimenta sus cortas expectativas de vida. Viven al límite y todos son conscientes -a tal punto de crudeza- de que no van a llegar a viejos. Por eso, la película es acompañada por la música de la banda de punk de Meneses, llamada Mutantex y por otra llamada Los Pestes.
El punk en esta película juega un papel importantísimo en el hecho de que a pesar de sus sonidos de rabia e inconformismo, es el único tejido de esperanza que le quedaba a muchos jóvenes en aquella época: hallaban en la desesperanza del punk la esperanza para seguir con vida. Como lo afirma, Nicolás Amado, sociólogo y periodista “¿qué es este punk primitivo de finales de los ochenta en Colombia, que es el eje central de la narración en Rodrigo D? Muestra primero, la música como una forma de contestar a esa sociedad que está golpeando la juventud, esa miseria a la que no quieren pertenecer. Esa sociedad que no les brinda oportunidades más allá de la delincuencia y la pobreza extrema. “¿Quieren vivir en esta puta sociedad? ¡Todos en el sótano!… ¡cerdo político! ¡cerdo narcotraficante!¡cerdo policía!¡cerda sociedad hija de puta!…”, es ese grito con el que el punk adoptado por estos jóvenes se expresa contra los actores de sus conflictos”
Es en ese punto donde nace el concepto del no-futuro en Rodrigo D, en palabras del director “eran unos muchachos que tenían muy claro que ellos no tenían futuro, tampoco tenían pasado, no veían sombra ni reflejo, vivían en un presente ansioso, al borde de la experiencia de la muerte”. Herrera en su tesis denomina a lo anterior como la estética del desecho, porque a diferencia de otro tipo de propuestas cinematográficas donde también se evidencia el cine imperfecto, la pobreza y la miseria, la propuesta de Gaviria no plantea un adelante o un después. No existe una posibilidad de movilización social, sus protagonistas están encerrados en un eterno presente, “estas películas están atravesadas por las historias de personas cuya humanidad ha sido borrada en tanto sus vidas han perdido valor, tornándose en “desechos” o “desechables”, es decir, para ellas ha desaparecido el horizonte del futuro”.
Del mismo modo, la película también nos plantea una reflexión espacio-temporal. Sus locaciones son los escenarios propicios para presentar el drama de los no-futuro, ya que son lugares que están alejados del imaginario y la estructura jurídica de la nación hegemónica, constituyendo en territorios invisibles para las narrativas oficiales. De este modo se comienzan a evidenciar referencias a unos no-lugares presentes en la psique de todos sus protagonistas, es decir el otro mundo, en palabras del director “les había tocado transformar la muerte en un lugar”. Lo anterior es muestra de una interiorización casi que metafísica en sus vidas. La eterna pregunta filosófica de si puede existir tiempo sin espacio se plantea en el drama de estos jóvenes que sin un futuro solo les queda a aspirar a un no-lugar.
Rodrigo D: No Futuro ha pasado a la posteridad como una de las mejores películas del cine latinoamericano. Una película donde el guión fue la realidad misma de muchos jóvenes inmiscuidos en la violencia, tanto así que parte de sus actores murieron de manera violenta después de terminado el filme. Finalizo con un fragmento de uno de los escritos del poeta colombiano Eduardo Cote Lamus, que hubiera servido para una de las letras de la banda sonora de esta película hecha poema.
El tiempo nada más en la piel del estoraque,
El tiempo como un perro nunca llega al hueso,
El tiempo ladrando como un perro, como un perro,
Derrotado por los sueños.
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