Fotografía desde el aire: Bernhard Lang
Todos, de pequeños, hemos soñado con volar, ya fuera en avión o como un pequeño ruiseñor en una mañana de invierno. Pero los años pasan, te haces mayor y aparece el vértigo, la pereza de alzar el vuelo y… se queda en eso, en un sueño de la infancia. Pero hay alguien que sí consiguió sus alas de pájaro, o por lo menos las de una avioneta. Tres, dos, uno… ¡Despegamos! Pero, antes de nada, en todo buen viaje se necesita una buena banda sonora.
Primera parada: Alemania, concretamente Múnich. Ciudad de donde proviene el fotógrafo de ésta semana: Bernhard Lang. Su historia empieza un no muy lejano día del año 1993 con la fotografía comercial como protagonista, de la cual sacó buena tajada y proyección en su país.
El punto de inflexión nos lleva a hacer una escala en Tokyo, cuatro años atrás. Lang se sentó en su asiento pensando que sería un vuelo normal de más de 15 horas. Miró por la ventana y vio Siberia cubierta por un manto de nieve a sus pies. Parecía una escena sacada de un cuadro. ¿Cómo no iba a quedar cautivado? ¿Cómo no iba a replantearse la trayectoria de su carrera? ¿Cómo no iba a querer dedicarse a la fotografía aérea desde ese preciso instante?
Ha fotografiado desde minas de carbón alemanas, pequeños pueblos y barrios residenciales, a soleadas playas y encantadores paisajes nevados. En particular, el proyecto de las minas de carbón, afirma el autor, muestra el impacto del ser humano en nuestro medio ambiente, el cual nos obliga a parar para coger un poco de aire en nuestra tercera parada: Almería, España. Una serie fotográfica donde se muestran los patrones que crean los invernaderos en la costa andaluza. Todos estos proyectos engloban, de alguna manera, una denuncia a la explotación de recursos naturales por parte del ser humano y el deterioro físico que ésta está teniendo.
Su knowhow es el clímax de esta historia. No os creeréis lo que Berhard Lang hace por el arte. Para tomar las fotografías, el artista queda suspendido de la avioneta, atado por un cinturón de seguridad. Alucinante, ¿no? Dice que ha llegado a tener más miedo del piloto que del cinturón en sí: “No es realmente peligroso, siempre y cuando el cinturón esté bien. Si el cinturón se abriera, pues dejaría de estar bien”. Mejor tomárselo con humor. Y con paciencia, no me imagino el reto que debe suponer enfocar a esas alturas y en constante movimiento. Un apunte, para aquellos que se lo estén preguntando, no hay trampa ni cartón. Ni están, ni estarán manipuladas. Lo único que modifica Lang de ellas es el contraste y alguna que otra la endereza.
Pasajeros, hemos llegado a la cuarta y última parada: las bonitas costas de Ravenna y Rimini, Italia. Muchos odiamos las playas abarrotadas de gente, pero Lang se volvió a colgar de la avioneta para presentarnos el arte simétrico de las sombrillas de colores. Algunos lo compararán con una mini ciudad colorida de Playmobil en dos dimensiones, y no puedo estar más de acuerdo.
Para finalizar el trayecto nunca está de más que el artista hable: “La vista de pájaro nos desvela que somos sólo pequeñas criaturas, no tan importantes como creemos ser”. Siendo como somos hormigas en un gran (y bonito) hormiguero, te das cuenta de que volver a ser un niño y disfrutar de las pequeñas cosas sólo es cuestión de tiempo, ganas y una compañía especial. Así, a menudo, el vértigo desaparece y te decides a volar por lo más alto.
Los que tengáis la suerte de coger un avión esta semana no os despeguéis de la ventanilla. Ni tampoco de The Lighting Mind, que aquí seguiremos. Y que sea por un largo viaje.
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