Nuestro patrimonio: ¿qué hacemos mal?

Para mi debut como bloguera en este espacio, he pasado varios días dándole vueltas a la cabeza. Qué escribir. Con qué estrenarse. Algo importante, algo que diferencie.

Unas noches atrás recordé un artículo que había leído hacía meses ya y que me dejó el corazón bastante devastado. Como guardo todo por si mañana quizás lo vaya a necesitar, busqué y ahí estaba. Un maravilloso artículo de The Washington Post escrito por Miranda S. Spivack sobre España.

Exacto. Eso fue lo que me llamó la atención. Cuando ves que tu país es protagonista de un artículo en un medio internacional, puedes sentirte (o no) orgulloso, o puedes leerlo, a ver hasta dónde llegan los cristales rotos. Esta vez era lo segundo.

El artículo, muy extenso y pormenorizado, hablaba acerca del patrimonio español. Ese mismo patrimonio que cada dos por tres está en los medios, pero por las razones equivocadas: destrucción, robos, decadencia, olvido. Y sobre el olvido y la minusvaloración del patrimonio es sobre lo que giraba el artículo.

La periodista pasó la Semana Santa completa en España con su marido. Cogió coche de alquiler, se planificó rutas, y todo lo que descubrió entre medias le dejó un regusto amargo en la boca. La razón es que, en su opinión, España tiene mucho que mostrar, mucho patrimonio, y no enseñamos ni la mitad.

 

Parte de los mosaicos de la Villa Romana de la Olmeda.

Parte de los mosaicos de la Villa Romana de la Olmeda.

 

Somos el segundo país del mundo, después de Italia, en volumen de patrimonio, entre iglesias, yacimientos arqueológicos, museos y otros. Pues bien, en el artículo dejaba claro que se les había caído el alma a los pies cuando habían visitado según qué sitios, y se habían encontrado un paisaje desolador en cuanto a turismo se refiere: lugares de ensueño, como la Villa Romana de la Olmeda en Palencia, un día festivo en España, visitada por ellos y por otras pocas personas más. Decía que encima, si cuentas conque las entradas eran baratísimas, no comprendía absolutamente nada.

También habían visitado Clunia (os enlazo aquí qué es y dónde está) y decía que estuvieron viendo el recinto arqueológico hasta las dos de la tarde, ya que era domingo. Que lo habían hecho prácticamente solos. Que se habían visto muy sorprendidos por el teatro, casi tan grande como el de Mérida, y seguro que pinchaste en el enlace porque no lo habías oído en tu vida.

Miranda abre el artículo hablando sobre Centcelles, un impresionante mausoleo romano que está en Tarragona. Impresionante, pero desconocido a escala nacional. Un impresionante yacimiento en donde el día que fue ella con su marido, habían ido tres personas más. También habla sobre Carranque, un yacimiento romano que, aun teniendo unos impresionantes mosaicos, tuvo que cerrarse por culpa de la gestión.

 

Parte de los mosaicos y las cañerías de la Villa de la Olmeda.

Parte de los mosaicos y las cañerías de la Villa de la Olmeda.

 

No entendía cómo un país como el nuestro no tiene un buen plan de publicidad turística. No entendía que con esos precios, los sitios estuvieran vacíos. No entendía que nos quedemos en lo más trillado, y que no invirtamos un poco más en redescubrir, tanto para locales como para visitantes, montones de sitios más, de igual calidad y absolutamente desconocidos.

Sillar con motivos fálicos que fue expoliado en el año 2012.

Sillar con motivos fálicos que fue expoliado en 2012.

Igual que Miranda, yo tampoco entiendo las políticas de turismo españolas. Además de sol y de playa, que nos reporta pingües beneficios cada año, y puntos muy concretos de arte a lo largo de la geografía española, hay un vacío espantoso en cuanto a publicidad turística de los sitios. Porque, ¿quién no conoce Mérida, o al menos sabe qué hay? ¿O Segovia? Ya. Pero hay montones de otros sitios, repartidos por la geografía peninsular, que son igualmente importantes, igualmente valiosos desde el punto de vista patrimonial, y en el mejor de los casos salen en guías locales. En el peor de los casos, salen en las noticias por expolios o destrozos, por atentados contra el patrimonio, como ha pasado con Écija, o con el yacimiento de huevos de dinosaurio en Lleida, o como sufrió Clunia hace ya un tiempo.

En cuanto a museos, pasa exactamente lo mismo. Conocemos los grandes: el Prado, el Thyssen, El Reina Sofía, el MNAC… Los pequeños sobreviven como pueden. Con la excusa de la vida 2.0, hay muchos que, gracias a su presencia en redes sociales, están remontando visitantes. Con eso y con planes pormenorizados de visitas, conciertos, eventos y demás. Autopromoción. Autopublicidad, ya que al no haber casi dinero ni mecenazgo, no llega para ellos.

Mi pregunta es qué más se puede hacer: ¿nos quedamos con los clásicos o vamos un paso más allá, pudiendo hacerlo y pudiendo sacar ventaja turística de ello? Es muy descorazonador comprobar el montón de profesionales del ámbito artístico y cultural que estamos engrosando las listas del paro, y que todos estos lugares estén infravalorados y menospreciados. Es muy triste que Italia sea el primero en cuanto a turismo cultural, pero siempre se olviden de que España podría ser el segundo.

En portada: Vista general del teatro de Clunia.

Ana Maria Benarí
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