Tete Alejandre
Tete Alejandre nace en Valencia de Alcántara, Cáceres, en 1964, localidad que abandonó con cuatro años para residir en Cáceres capital, donde vive hoy en día. El artista nos cuenta que la cercanía de su localidad natal con Portugal ha influido notablemente en su interés por ese país, en su luz y en su color, que se refleja en varias de las obras que ha realizado hasta la fecha.
Se trasladó a Madrid para estudiar Sociología, y al finalizar la carrera comenzó a interesarse por la fotografía, llegando sus primeros reconocimientos en 1991, año en que obtuvo el Premio Iberdrola, y, por consiguiente, el desencadenante de que hoy siga apasionado con dicha disciplina artística. Es evidente que la formación en sociología debía manifestarse en la fotografía y desde el principio sintió una gran fascinación por la street photography y la fotografía documental. Ejercieron gran influencia sobre él los trabajos de artists como Elliot Erwitt, William Klein, Henri Cartier-Bresson, Garry Winogrand y, dentro del panorama español, Francesc Catalá Roca.
Desde sus primeros trabajos realizados en blanco y negro analógico le ha apasionado la búsqueda de nuevos encuadres y puntos de vista inusuales, concretamente aquello que vemos con frecuencia pero que con facilidad pasamos por alto. Su reto ha sido siempre establecer un diálogo coherente, pero a la vez diferente, entre la fotografía clásica y la contemporánea. Por aquellos años se centraba en la fotografía pura, en el instante, en la captura del momento, pero ahora sus intereses han cambiado y le fascina lo que sucede con la imagen una vez capturada.
Las ciudades son su mayor fuente de inspiración. Son territorios de gran concentración de población, de mensajes, de imágenes, de ruidos. En concreto, lo que consigue con toda esa tormenta de información es abstraerse y resaltar una idea, una escena, y, una vez obtenida, aislarla, sacarla de contexto y otorgarle todo el espacio y la importancia que se merece.
La arquitectura se presenta en su producción artística como un campo del que resulta imposible no hablar. Los edificios se presentan ante él como parte esencial y necesaria para que exista el concepto de la ciudad y le conecta directamente con su inclinación hacía lo geométrico.
Por último, cabe citar el color y el comportamiento visual de las masas cromáticas como base para el entendimiento de su arte. El color influye sobre el estado anímico de las personas y en su obra juega tanto con lo que ocurre en la imagen como con lo que dicen y cuentan los colores que la acompañan y que forman parte de ella. Son colores que pertenecen a la propia imagen, que están ahí y que él redescubre para que formen parte definitiva de la composición, para que adquieran mayor protagonismo en la narración.
Lo que vemos aquí es sólo una ínfima parte de todo lo que Tete Alejandre nos ofrece. Aunque os adjuntamos unas cuantas imágenes, podéis ver mucho más en su web y en su perfil de redes sociales, los cuales os adjuntamos bajo estas líneas. En próximas ediciones de ATELIER hablaremos más de este genial artista, pero, por ahora, toca despedirnos con el excelente sabor de boca de una fotografía espectacular y única.
- Sandra De Jaume - 6 septiembre, 2017
- Rebeka Elizegi - 18 agosto, 2017
- Ana Beltrán Porcar - 6 julio, 2017
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