Una charla con los creadores de El Milagro

Ya no construyen así para los pobres.

Anónima

Quedamos un jueves a las once de la mañana en Montbau. Para quien no lo conozca, es uno de los barrios obreros de Barcelona emplazado en la sierra de Collserola. Es allí donde se rodó el último plano y un lugar perfecto para este epílogo. Al llegar me encuentro con Anna, la directora de fotografía, y esperamos a Harley, el director del proyecto, mientras hablamos de lo que nos rodea para ir entrando en situación. Acabamos los tres en un bar típicamente de barrio periférico –quien haya nacido en un sitio así sabrá a lo que me refiero– y con el desayuno en la mesa y tabaco en mano, me cuentan qué es eso de El Milagro.

HARLEY: El Milagro comienza en 2012 cuando empecé a hacer dibujos de fachadas de edificios. Fue una forma de aproximarme desde una plástica muy representativa, de dos dimensiones, a una estética que a mí hacía muchos años que me estaba interesando. Partí de ese milagro económico de los años 60 en España que desarrolló gran cantidad de arquitecturas, al que se suma un aumento considerable de población. La premisa era ver si existía una forma objetiva de observar los edificios. Durante la realización de El Milagro nos dimos cuenta de que esa objetividad no existe, que es tan sólo una parte muy pequeña de todo el proceso subjetivo. Cualquier decisión tomada tanto en el rodaje como en el montaje impregna de subjetividad un trabajo que busca ser objetivo.

ANNA: Por mucho que se pretendiera la objetividad a través de las formas, el punto de vista estaba ahí. Lo bueno fue que ambos teníamos la misma intención al aproximarnos a los edificios. Coincidíamos en los planos que queríamos hacer y, si hay un mensaje, es el mismo para los dos.

 

Montbau

 

Si hay una subjetividad tanto en el mirar como a la hora de grabar, ¿podemos hablar de la ciudad, concretamente de esta periferia, como un sujeto que nos interpela o es la filmación la que construye el discurso?

HARLEY: El discurso está. Lo que nosotros pretendíamos era coger un fenómeno económico traducido en arquitectura y presentarlo. No teníamos intención de crear un juicio sobre ello. Sí que es cierto que la recepción de El Milagro ha dado lugar a interpretaciones críticas. No sé si se trata de la arquitectura como sujeto hablante sino de la arquitectura que nosotros queremos escuchar.

ANNA: Es algo que está implícito. La gente que vive en estos barrios ha fluido, ha cambiado y ha evolucionado. Pero en el centro de la ciudad también puedes encontrar esta mezcla. Es atender a lo que te rodea cuando vas por la calle. Son los agentes, las personas, las que crean el sujeto que es el que habla con nosotros, no tanto el edificio en sí. Al principio sólo veíamos construcciones. Fue a raíz del rodaje que nos planteamos empezar a grabar a la gente.

¿Qué papel juegan, entonces, estas personas que podemos ver en El Milagro pero que tampoco acaban de ser protagonistas?

ANNA: Es puramente el desarrollo del proyecto. Surgió de forma natural. Después de pasarnos horas grabando edificios empezamos a hacerlo con plazas por donde la gente pasaba. Unos y otros se acaban fusionando.

HARLEY: Como documento, El Milagro dice algo muy simple: los edificios son tan plásticos que por ello se puede estetizar la periferia. Pero hay un punto en el que advierte que estos edificios están habitados por un determinado tipo de personas que realizan unas actividades concretas, personas que desarrollan su día a día. A la cualidad estética se le suma la funcionalidad, evidenciando que hay algo más allá del valor plástico.

Este modelo constructivo se ha establecido. Muchos barrios se han construido desde entonces con esta pretensión de funcionar como dormitorio. Es algo que convenía en los 60 pero llega hasta nuestros días.

ANNA: Tenemos que contemplar tanto el cambio social como el de la propia ciudad. Es altamente relevante el auge del transporte público, que ha hecho renacer algunas zonas. La gente así empieza a moverse, a hacer cosas. Hay una costumbre de vivir alejado y desplazarse. Es algo que empieza en aquel momento y llega hasta ahora.

HARLEY: También hemos aprendido de nuestros errores, una mala interpretación de la Carta de Atenas, que planteaba la organización de la ciudad través del zooning, dividiendo la ciudad en secciones habitacionales, laborales y de ocio. Pensaban que era la forma más funcional para la sociedad de entonces. Se equivocaban. Manuel Delgado explica en El espacio público como ideología (Madrid: Catarata, 2011) que la ciudad no puede ser vivida si no existe un zócalo de actividad comercial que la articule.

A través de las imágenes de El Milagro, uno tiene la sensación de que lo que quedan son tumbas de edificios, construcciones a la manera que tenemos en este país de pensar un cementerio.

HARLEY: Es cierto que hay un momento en España en el que tanto los sitios donde habitaba la gente como aquellos donde acababa su vida eran bloques de hormigón. La ciudad era un cementerio de hormigón armado, prácticamente.

ANNA: Es justamente por esa funcionalidad que se buscaba en el momento. Capsulas iguales de bajo coste sin pensar en la gente que iba a acabar dentro –de los nichos y de las viviendas–.

 

Plano

 

El sonido es parte fundamental de El Milagro. ¿De qué nos habla?

ANNA: Fue Biel Blancafort, un amigo en común, al que le pedimos que se encargara de ello. Los planos tienen mucho ritmo y enlazan muy bien con la música. Es esa semejanza lo que choca en el espectador. Un viaje de ida y vuelta, de la calma a lo frenético, que cambia la mirada precisamente por cómo funciona la música.

HARLEY: En el caso de El Milagro, el sonido sirve para articular una posible lectura narrativa, no la única. La música conecta unas imágenes con otras haciendo transiciones muy rítmicas. Pero lo trabajamos de una forma muy diferente. Tuvimos un primer contacto con Biel y posteriormente montamos las imágenes a partir de la banda sonora y no al revés como suele hacerse. Las pistas ya se estaban esbozando antes del primer montaje hasta llegar a una pieza musical entera que pasa por diferentes momentos, de la solemnidad a lo más álgido, incluso algo molesta.

Y, ¿por qué no hacer algo tan obvio como dejar el sonido de la ciudad?

HARLEY: En El Milagro este sonido está, pero sólo como base de la primera y la segunda pista. Pero a nosotros no nos interesaba que fuera identificable, queríamos construir algo conceptual sobre ello.

ANNA: El único sonido válido hubiera sido el que captaba la cámara en aquel momento. Manipularlo era lo mismo que introducir una música. Pero, lamentablemente, hablamos mucho durante la filmación y descartamos esa idea.

 

Cartel

 

¿Qué otros milagros buscáis ahora?

HARLEY: Acabado El Milagro nos dimos cuenta de que teníamos ganas de más. Este sólo era uno de tantos milagros posibles, concretamente rodado en la provincia de Barcelona. También estamos investigando en lo que llamamos El Milagro 2000, para mostrar cómo se repitió el mismo error de los años 60 a inicios del siglo XXI. Ahora mismo estamos trabajando en un documental que está dirigiendo Anna, que provisionalmente llamamos Ciutat Badia. Para nosotros es una metáfora perfecta. Se trata de un municipio entre Barberà i Cerdanyola que, mirado cenitalmente, tiene forma de mapa de España. Es el cuarto núcleo urbano con más densidad del país y un magnífico ejemplo de una ciudad construida de nueva planta, pensada en un inicio como periferia de las anteriores ciudades citadas. Badia del Vallès ha crecido y evolucionado gracias a un movimiento vecinal que luchó por su independencia y para tener aquello que el Ministerio de Vivienda no les facilitó en su momento.

ANNA: Con El Milagro 2000 vamos al extremo. Ahora sí hay barrios que son absolutamente fantasmales porque están vacíos o no se han llegado a construir. Además, no son barrios pensados exclusivamente para una clase baja puesto que estaban destinados a ser la segunda residencia de mucha gente. Es esa obsesión que hay en España por comprar vivienda, cosa que no pasa en el resto de Europa. Somos el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.

Harley Martínez es graduado en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona y actualmente trabaja en múltiples proyectos artísticos alrededor de la forma de la ciudad y la percepción de esta por parte del sujeto. Anna Meléndez es estudiante de Cine en la ESCAC y actualmente está trabajando en la filmación del documental Ciutat Badia.

 

Carlos Moya Gómez
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