Hablemos de humor, hablemos de Carrero Blanco
“Nos hemos enterado de que ayer, en Madiera, Portugal, bautizaron el aeropuerto que hay allí en la isla como ‘aeropuerto Cristiano Ronaldo’ (…). Ya que somos los hermanos mayores de los portugueses creo que ahora toca sacarse la chorra un poco, ¿no? Hay de devolvérsela. Creo que sabemos todos por dónde vamos… ese centro espacial Luis Carrero Blanco va tardando ya”.
Con este chiste da comienzo el humorista Facu Díaz al programa que comparte con Miguel Maldonado, No te metas en política. Su intención es responder a la condena que el pasado 29 de marzo le imponía la Audiencia Nacional a la tuitera Cassandra Vera por unos chistes antiguos sobre el asesinato del dirigente franquista Luis Carrero Blanco a manos de ETA. Podemos empezar haciendo la pregunta obvia: ¿en qué clase sociedad vivimos? ¿Cómo es posible que hayamos entrado en un debate sobre los límites del humor? ¿Cómo es posible que los órganos judiciales condenen mensajes claramente satíricos bajo pretextos que nadie cree ya? Porque ese es el quid de la cuestión: quién dice qué.
El 26 de Noviembre de 2013, el actual portavoz del Partido Popular Rafael Hernando salía en un programa de televisión diciendo que “algunos solo se acordaban de su padre cuando había subvenciones de por medio”.
Para que entendamos el contexto, a lo que se estaba refiriendo Rafael Hernando era a la búsqueda, por parte de los miembros de la Asociación de Memoria Histórica, de sus familiares desaparecidos y asesinados por la dictadura franquista. Dictadura de la que era miembro más que honorífico Luis Carrero Blanco.
Todo aquel que crea que la nueva condena de Cassandra Vera va sobre los límites del humor está equivocado. Las condenas tienen un marcado sesgo ideológico. Aquí no se está poniendo sobre la mesa el debate de los límites del humor sino que hay un mensaje que se alza por encima de los demás: nadie se mete con el franquismo.
La nuestra es una sociedad desquiciada con un gran problema de memoria. Cada vez que alguien me dice que los muertos de la guerra y de la dictadura deben descansar, que es una herida que no se puede reabrir, pienso lo mismo, ¿cómo abrir algo que jamás se ha llegado a cerrar? Somos una sociedad traumatizada por nuestro pasado que aún sigue en estado de shock y, aun a riesgo de que eso implique abrir las heridas que sea, debemos hacer todo lo posible por despertar. En la película documental Valz con Bashir, dirigida por Ali Folman, encontramos a un soldado paralizado por las vivencias de la Guerra del Líbano. Nuestra sociedad sufre el mismo fenómeno, somos como ese soldado inmóvil por una imagen tan dolorosa que resulta imposible de asimilar.
Aquí os dejo el tráiler por si queréis echarle un vistazo. Merece la pena.
El humor no debe tener límites porque su lenguaje no funciona de la misma manera que el resto de lenguajes. Es un arte, tiene sus códigos, sus fórmulas. La sátira es un espectáculo y, como espectáculo, debe ser libre. En eso consiste verdaderamente la libertad de expresión, en que las ofensas al mal gusto no estén penalizadas por ley. No podemos crear temas santos o intocables y menos aún podemos permitir un estado que reprima la risa. Supongo que solo me queda suscribir las palabras de estos tres locos y rezar porque no llegue el fin de la comedia.
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