La temporalidad de la pintura. Análisis de “Mobil Ave”, de Daniel Pérez Coronel

La pintura, a lo largo de su historia, ha tenido una serie de vicisitudes respecto a las clasificaciones exactas cuya consecuencia ha sido un campo muy amplio de estudio respecto a esta disciplina. Con esto quiero decir que difícilmente nos podríamos limitar a un aspecto de la obra de arte realizada por medio de la pintura para llevar a cabo un ejercicio hermenéutico de la misma. La forma, la materialidad, la condición imaginaria, el contenido simbólico, su intención mimética o exploración abstracta son elementos de toda la obra que nos brindan información de lo que ocurre con este fenómeno llamado pintura.

 

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Pero, más allá de una categorización intelectual de la práctica de la pintura, y lejos de un sencillo estudio de la imagen, no hay que pasar por alto que el arte nunca se encuentra separado de su contexto. Incluso en la sala de exposición más blanca, en la iluminación más poderosa y en la pintura más abstracta hay un factor que conecta este espacio con la realidad. Es el público, ese espectador emancipado que juega un papel imprescindible a la par que la misma obra, que concilia a la misma con la vertiginosa realidad fuera del cubo blanco de exhibición, sin conducir necesariamente a una impositiva interpretación de la obra ante la que nos encontramos. Invariablemente, el papel que podamos asumir como público es el de la situación hermenéutica perpetua. El filósofo alemán Hans-Georg Gadamer describía esta situación como “el modo de ser en el mundo, inherente al ser humano”. No nos podemos aferrar a la interpretación; sin embargo, esto no deviene en una experiencia poco relevante o impositiva al terreno de, en este caso, la pintura. Más que defender la pureza o ascetismo de esta disciplina, que vela por mantener la pintura por encima de cualquier otra producción cultural, habría que mirar hacia el campo en el que posibilita un diálogo con la temporalidad inmediata fuera de sí, es decir, con el público. Después de todo, tal y como dice Gadamer, “¿desde dónde el intérprete hace esa interpretación? Interpreta y comprende desde su propio presente”.

Las posibilidades de interpretación, ese juego que llevamos a cabo con el arte, nos conducen por serpenteantes caminos, en los cuales, a cada juego, nos distanciamos de una respuesta clara, mas no de un ánimo por preguntar.

 

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En este sentido, vale la pena recordar las disputas del siglo XX por el papel de la pintura en el arte, así como por su interpretación. Por un lado, movimientos como el muralismo reivindicaban el papel representativo de lo pictórico, deviniendo en un cliché sobre la imagen de un ser mexicano; por otro, el movimiento expresionista abstracto en Norteamérica promovía esta liberación de los planteamientos políticos y representativos, pero al grado de diluir totalmente cualquier discurso alternativo al que el crítico del momento, Clement Greenberg, imponía sobre el trabajo de Jackson Pollock o Mark Rothko.

¿Por qué mencionar estos antecedentes? Hoy en día, la interpretación, la conformación de juicios respecto al arte, pensando en la enorme cantidad de información que recibimos de internet, es un tema pertinente, pues difícilmente podríamos contenernos de llevar todo el cúmulo de información a una exhibición y establecer conexiones entre todo un planteamiento artístico vertido en las mismas piezas, en un discurso curatorial y un trabajo museográfico. Contaminar la propuesta con esa condición vital (ese presente) y lo que ocurre fuera de las entrañas de la sala de exhibición, es una actitud que subraya la condición humana del público, pues no se trata de un público sponsoreado, o de bots, sino de simple y llanamente seres humanos.

 

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De Mobil Ave (Estación Avenida Móvil) exposición que se presentó en ¼, iniciativa de GAMA, surgen una serie de preguntas referentes a esta cuestión temporal que ha estado rondando a lo largo de este escrito.

El título de la exposición alude a Mobil Ave, nombre de la estación de tren que se utiliza para contrabandear programas de Matrix al mundo de las máquinas en la película The Matrix. Es una especie de limbo o purgatorio donde el tiempo se encuentra suspendido y de donde es imposible escapar sin ayuda del tren que cruza entre los mundos.

 

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Daniel Pérez Coronel describe sus intervenciones como “experimentos fallidos para detener el tiempo”. Un punto interesante de su planteamiento es el hecho “fallido” de sus intenciones. Pensemos en ¼. El proyecto se ha planteado alojar exposiciones de una temporalidad sumamente corta. ¿Cómo lograr detener el tiempo en estas condiciones? Pérez Coronel nos ofrece una respuesta a ello por medio de metáforas visuales que se trabajan desde un planteamiento pictórico. La muda de piel de una serpiente, el loop de un vídeo que nos muestra escenas de la efímera forma del vapor o restos de pintura resquebrajada son detonadores de una reflexión sobre el fugaz paso del tiempo. Remitiéndonos a la pintura de vanitas, género barroco que fungía como un memento mori (frase latina que significa “recuerda que puedes morir”), el artista aprovecha la atemporalidad del cuarto de exhibición para enfrentarnos a la fugacidad del tiempo con el que contamos.

 

Mobil Ave 2

 

Volvamos a la cuestión del tiempo y la pintura. El artista comprende, a partir de lo que nos presenta en su trabajo, una idea de pintura y de imagen. Con esto encontramos un problema; pensando en los múltiples medios por los cuales se puede crear una imagen desde el planteamiento de la exposición, ¿de qué manera se relacionan estas imágenes, con una carga histórica y relacionada con una tradición de la pintura, con la nueva y acelerada manera de producir imágenes?

Pérez Coronel comenta que “las piezas que se presentan en esta exhibición se inspiran en la imagen de la estación Mobil Avenue para señalar lo absurdo que es establecer una línea cronológica en un mundo bombardeado por una cantidad infinita de imágenes donde el pasado y el presente suceden simultáneamente generando zombies, hibridaciones, anomalías y apropiaciones que parecen existir en un limbo suspendido entre este y otro mundo”.

El artista nos sugiere una estructura, una simbología por medio de la cual lanza una invitación al público a reflexionar, más allá de una cuestión de pasado y futuro, es decir, sobre el presente. Esta invitación puede parecer vacía, pues el presente está sucediendo, pero en un sentido interconectado con un conjunto de situaciones políticas, culturales y sociológicas a nivel global. Es una invitación a pensar como individuo en sociedad, en una idea de presente menos subjetiva.

 

Mobil Ave 5

 

Si consideráramos que, como Gadamer escribía, el presente es de donde parte cualquier interpretación, y de toda interpretación parte un modo de ser en el mundo, la obra de Daniel Pérez Coronel, al no poder detener el tiempo en el arte, abre un panorama en el cual, por un momento, el presente brilla por ser nada realmente transcendental, y sí algo totalmente mundano.

 

Manuel Guerrero (Lumangueba)

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