“Perdonen, ¿les molesta que no fume?”. El tabaco en el cine
Groucho Marx y su famoso puro, Audrey Hepburn fumando de forma muy sensual, Sean Connery en el papel de James Bond con un cigarro en la mano… Todas estas imágenes y algunas más las tenemos grabadas en nuestras mentes por lo míticas que fueron en su momento. Por eso, creo que es conveniente hablar del papel que cumple el mundo del tabaco, los cigarros y los puros en el arte cinematográfico, y del “vicio” que conlleva en toda la sociedad.
El tabaco normalmente aparece en el cine como punto de inflexión que marca un antes y un después en las situaciones de tensión, y que ayuda tanto a generar y mantener como a aliviar la angustia y los nervios para aplacar el miedo. Pero no siempre tiene por qué ser así. El cigarrillo y el humo que produce puede favorecer una serie de cualidades estéticas en la imagen cinematográfica, como, por ejemplo, dar carácter de espacio cerrado a un sitio concreto, atraer la mirada del espectador sobre un foco de luz en un ambiente penumbroso o indicar que transcurre el tiempo. Este último efecto es muy utilizado en las películas. Es sugerente y original colocar un cigarrillo en un cenicero mientras se consume para indicar el transcurso del tiempo y así evitar el recurso del movimiento de las manecillas del reloj. El humo, además, nos transmite un efecto de evanescencia que acerca el sueño y el deseo a la realidad. Marca el límite entre el mundo material y el mundo de la imaginación.
Además, el elemento del tabaco puede cumplir una función simbólica según su forma o quién lo lleve. Si se trata de un puro, simboliza poder y autoridad. Un claro ejemplo sería Groucho de los Hermanos Marx en cualquiera de sus películas. En cambio, si se trata de un cigarrillo alargado con boquilla, indica sensualidad y feminidad. Aquí podríamos rememorar a Sara Montiel con su famosa pipeta cantando “Fumar es un placer” en El último cuplé. En manos de un vaquero o un asesino puede provocar tensión. Un buen ejemplo sería John Wayne en Centauros del desierto. Pero en el caso de un asesino o un torturador puede ser usado ya no tanto como beneplácito, sino también como arma. Un ejemplo sería Federico Luppi en Tiempo de revancha.
Sin embargo, hasta hace relativamente poco estaba mal visto socialmente que las mujeres fumasen un cigarrillo. Y este hecho también se ve reflejado en el cine. Actrices como Marlene Dietrich o Marilyn Monroe, cuando fumaban un cigarro en famosas escenas de películas como en Sed de mal o en La tentación vive arriba, respectivamente, se les concebía como mujeres revolucionarias, libres y autosuficientes. Otro caso sería el de Vanessa Redgrave en Blow-up de Michelangelo Antonioni, en la escena en que va al estudio del fotógrafo a pedirle el carrete en el que aparecen fotografías suyas. No obstante, ¿qué sucede si un personaje masculino se fuma un cigarrillo alargado en una boquilla? ¿Es ese personaje, por ende, femenino? ¿Puede aparecer una mujer fumándose un puro sin perder su feminidad? Además, el cigarro en boca de un personaje masculino puede inducir a una mirada de deseo si hay otras mujeres. Un claro ejemplo sería Sean Connery en Agente 007 contra el Dr. No mientras observa a Eunice Gayson.
En la actualidad vemos que este conflicto se pierde poco a poco, aunque aún quedan resquicios de machismo con el tabaco en algunas películas. En Agosto, Meryl Streep fuma tabaco para intentar evadirse del dolor de su enfermedad y de la pérdida de su marido. En Carol, la protagonista fuma constantemente a lo largo del transcurso narrativo, de una forma muy típica del clasicismo cinematográfico, para intentar evitar la presión de vivir dentro del armario en una sociedad homófoba por excelencia como fue la de los años 50. Y en Los amores imaginarios, de Xavier Dolan, Monia Chokri fuma para calmarse y para evitar la explosión de su carácter. Además, formula una de las reflexiones sobre el tabaco más interesantes que he escuchado: “Fumar un cigarrillo es como olvidar. Cuando toco fondo es todo lo que me queda. Encenderlo. Fumarlo. Cerrar la puta boca. Esconde la mierda. Hay mentolados y de vainilla. Hay gente a quien le gusta. Cigarrillos mentolados, cigarrillos de vainilla, cigarrillos de chocolate… Cigarrillos de tabaco. El tabaco evita que me vuelva loca. Me mantiene viva. Me mantiene viva, hasta que muera”.
Que en numerosas películas aparezca el elemento del tabaco no es algo casual. Esto es fruto, sobre todo, de las relaciones económicas entre dos grandes industrias, la industria tabaquera y la industria cinematográfica hollywoodiense. Esto ha dado lugar a numerosas críticas por parte de la Organización Mundial de la Salud, como, por ejemplo, que se debería regular el uso del tabaco en las películas y hacer advertencias en los créditos, ya que las niñas y los niños conciben el acto de fumar como una situación normal, habitual y que no conlleva ningún riesgo. Y, sin quitarle razón a la OMS, opino que, si se planteasen medidas para evitar la contaminación y el efecto invernadero, igual de perjudiciales para las personas, tendría más sentido plantear este tipo de quejas sobre el tabaquismo. Y es que nada sería de algunas películas sin sus míticas escenas de fumadores, como en la que una mujer le dice a Groucho Marx que ha llegado a tener muchos hijos porque ama a su marido, y Groucho le responde “a mí también me gusta mucho mi puro, pero de vez en cuando me lo saco de la boca”.
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