Historia del bodegón
El bodegón, también llamado naturaleza muerta, aparece como género pictórico independiente en el siglo XVII. Antes, los objetos inanimados como flores o frutas formaban parte de composiciones de otras temáticas. La Reforma protestante es clave en el desarrollo del bodegón. El mecenazgo de obras de temática religiosa desaparece, y los artistas de los Países Bajos empiezan a pintar escenas de la vida cotidiana, retratos, paisajes, vistas de ciudades y, por supuesto, naturalezas muertas. En estas últimas los artistas tenían una libertad total para escoger los objetos que quisieran; así, estas obras se convirtieron en un magnífico medio de experimentación técnica en el que hacer estudios de color o practicar las calidades. Dado el éxito experimentado, el bodegón pronto llegó a Italia y de allí pasó a España. Es seguramente uno de los fenómenos artísticos más relevantes del paso del Renacimiento al Barroco.
Es interesante la diferencia que existe entre los bodegones protestantes y los católicos. En los Países Bajos y Alemania estas obras muestran la riqueza y las comodidades de una clase social privilegiada de una forma alegre y orgullosa. En los países católicos como Italia y España el bodegón o «vanitas» incluye un contenido religioso y alude directamente a la caducidad de la vida y de las riquezas terrenales.
Caravaggio fue el primer gran pintor de naturalezas muertas. De él es uno de los primeros bodegones de la historia y seguramente el más célebre de ellos es Canasta con fruta, pintado en torno a 1599. En esta obra el pintor demuestra su maestría colocando la cesta en el borde de una mesa, invadiendo el espacio del espectador de una forma sencilla pero muy efectista. También retrata con total realismo la calidad del mimbre entrelazado que contiene las frutas. Y muestra un variado repertorio de frutas del final del verano: las uvas negras y blancas ya maduras, membrillos, manzanas, melocotones, higos. Todo ello adornado con las hojas de los árboles que han dado cada fruto: hojas de higuera, de membrillo, de melocotonero. Incluso algunas de ellas con daño, en un soberbio alarde de realismo y observación.
El siguiente maestro de las naturalezas muertas fue Chardin, que en el siglo XVIII consiguió revitalizar el género, que por entonces estaba poco considerado. Gracias a su famoso Bodegón con gato y raya ingresó en la Academia Real Francesa. De él conservamos muchas naturalezas muertas en las que estudió las calidades y texturas de una gran variedad de objetos como ollas de cobre, vajillas de porcelana pintada, la transparencia de objetos de cristal, así como flores, frutas y animales.
A finales del siglo XIX, los impresionistas ven en este género y en el de paisaje el campo perfecto en el que practicar sus novedosas teorías cromáticas y lumínicas. Manet y Renoir destacan en sus composiciones de flores y frutas llenas de color. Manet llegó a decir que “un buen pintor se reconoce por su capacidad para expresar la simplicidad de un fruto”.
Posteriormente, Cézanne desarrolla su particular concepción del espacio y la forma, más próximo a una materialidad más realista y eliminando el rigor de la perspectiva. También Van Gogh pintó varios bodegones, la mayoría de flores, en los que plasmó su estado de ánimo y sus sentimientos más profundos. Es muy conocida su obra Jarrón con doce girasoles, en la que trata de pintar cada una de las flores de manera individualizada con gran detalle. La pincelada, el dinamismo de los pétalos y el color amarillo muy luminoso en contraste con el azul del fondo hacen que la composición deje de ser una simple representación de objetos para convertirse en la expresión de la pasión del artista.
Ya en el siglo XX, durante las vanguardias, el bodegón experimenta todo tipo de cambios y ensayos. Los cubistas utilizaron muy frecuentemente este género, ya que los objetos inanimados son la mejor referencia posible para ensayar la descomposición de las formas que proponían. Pintores como Picasso o Braque practicaron el bodegón en diversas formas incluyendo el collage, en el que no sólo representaban objetos sino que los incorporaban físicamente a la obra.
El último artista conocido en todo el mundo por su pintura de objetos inanimados es Warhol. Él creía que un pintor debía plasmar en su arte la sociedad que le rodeaba y por eso elevó a obra de arte objetos de la vida cotidiana que dicen más sobre nuestra forma de vida contemporánea que muchos otros testimonios culturales. Son famosas Las latas de sopa Campbell, las Botellas de Coca-Cola o las Cajas de detergente Brillo.
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