Joven, desnudo, chino. La fotografía de Ren Hang
En estos últimos días, una noticia simpática, anecdótica si se quiere, ha animado nuestros informativos saturados de rifirrafes políticos: 2500 empleados de una empresa china han viajado a nuestro país de vacaciones con todos los gastos pagados. Las cámaras se han regocijado en la masa humana que hormigueaba de un monumento a otro, esbozando en inglés o castellano (hasta donde pueden) lo mucho que les gustaba el jamón. Los presentadores, por otro lado, parecían encantados de anunciar la gran cantidad de dinero que estos visitantes se habían dejado en comidas, compras y visitas. Le Jinyuan, el empresario y filántropo responsable de esta singular aventura, afirmaba que pretendía potenciar el intercambio cultural. Los trabajadores chinos se llevarán a casa una imagen de España posiblemente más rica de la que traían, aunque sea una imagen tópica de sol, monumentos, toros y jamón. ¿Podemos culparles? ¿Conocemos nosotros mejor, aunque sea mínimamente, la realidad de la historia y la cultura chinas? ¿O es solo una imagen lejana y exótica?
El mundo del arte occidental puso la lupa sobre la escena artística china en la década de 1990 gracias a dos movimientos hoy paradigmáticos: el Realismo Cínico y el Pop Político. Aunque estas corrientes tenían una voluntad propia de internacionalizarse, la crítica euroamericana se apropió, exotizó y malinterpretó a unos artistas que se vieron cargando con el sambenito de disidentes políticos, a pesar de que en su tierra natal vivan (ahora) a cuerpo de rey. Aunque los malentendidos no son solo cosa de los extranjeros. Los propios chinos no se ponen de acuerdo en lo que podemos considerar arte contemporáneo, ya que su historia y sus categorías difieren de las nuestras y las etiquetas se vuelven difusas. Y, a pesar de que China ha experimentado un crecimiento económico vertiginoso y su presencia internacional ha aumentado considerablemente (aunque sigan manteniendo sus murallas bien dispuestas), en el imaginario popular occidental los chinos solo producen (en término artísticos) calendarios de año nuevo, imágenes de Mao y caligrafía a tinta.
Permitidme que rompa la burbuja: eso no es verdad. Es cierto que China tiene una historia cultural propia. Es cierto que el legado de Mao, la Revolución Cultural y el Partido Comunista Chino son ineludibles. Es cierto que el gobierno sigue controlando muchos aspectos de la vida de los ciudadanos chinos. Pero también es cierto que, pese a todas estas especificidades, la de China es una sociedad contemporánea y, como tal, se enfrenta a muchas de las cuestiones con las que nosotros mismos nos topamos. Y es aquí donde entra en escena el protagonista de nuestro artículo: Ren Hang.
Ren Hang nació en 1987 en Chang Chun, aunque ahora basa su actividad en la ciudad de Pekín. Su principal medio es la fotografía, aunque también es poeta. Sus modelos son sus amigos. Sus escenarios son el paisaje natural o el entorno urbano. Su tema predilecto, el desnudo. Sus imágenes muestran jóvenes chinos que juguetean, exploran, posan y se mezclan unos con otros con toda naturalidad. En ocasiones, podemos observar una pícara sensualidad que nunca traspasa los límites del erotismo más blando. En otras, el cuerpo es un vehículo de belleza platónica y no sexual. Pero hay un tercer grupo, el de lo absurdo y lo grotesco. Se le suele vincular a los movimientos subculturales de la juventud china, lo que nosotros llamaríamos millenials. Existe un claro paralelismo entre los rasgos de esta generación, una juventud perdida en el sinsentido de una vida inmersa en el ocio por el ocio y la falta de trabajo, y el sinsentido de estas fotografías, que exaltan el juego y la diversión, como dirían nuestras madres, sin conocimiento ni cabeza.
De hecho, la actitud vital de Ren Hang y sus amigos le ha metido en más de un problema en su país natal, ya que el desnudo en lugares públicos está prohibido (algo penado aquí también, todo sea dicho). Los occidentales tenemos una larga tradición de desnudos en el arte, lo que hace que ya nadie levante una ceja al ver una obra en la que aparecen personas vestidas solo con su piel (siempre y cuando, claro está, estemos dentro de los muros blancos de la galería de arte y no blasfememos contra cierta institución religiosa). Pero en China esto no se ha dado aún y el régimen no permite a Ren Hang exponer sus imágenes más explícitas. Una vez más, esto ha sido motivo suficiente para que los medios internacionales (incluidos los españoles) etiqueten prontamente a este fotógrafo como “maldito”, perseguido y, una vez más, disidente. Nada más lejos de la realidad; Ren Hang es perfectamente consciente de que tomar fotografías de desnudos en el exterior le puede acarrear sanciones, pero ha asegurado una y otra vez que su obra no es política ni tiene intención de serlo, se trata solo de diversión. El hecho de que la diversión sea subversiva o no se encuentra en el ojo de quien la mira. Y vosotros, ¿cómo lo veis?
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