La arquitectura gótica: piedra y luz

La luz, así como su búsqueda estética y su simbología, tuvieron una importancia capital en el mundo cristiano medieval. Su relevancia trascendental radicaba en su consideración como origen de toda verdad, belleza y orden. Esta idea fundamental fue desarrollada por muchos pensadores y autores medievales sobre la base que los filósofos antiguos les habían legado, en lo que se llamó la Metafísica de la luz.

Uno de esos pensadores fue el místico conocido como Pseudo Dionisio Areopagita que creó la base de pensamiento sobre la que se desarrolla toda la teoría estética medieval, asentada sobre dos modos de entender la belleza: uno es el principio de proporción o consonantia, de origen pitagórico y aristotélico; y otro es el principio de esplendor o claritas, de origen platónico y plotiniano. La importancia de Dionisio radica en que unió las ideas que Plotino desarrolló a partir de las de Platón, con la concepción bíblica de que Dios es la luz verdadera que crea, ilumina y sostiene al mundo. Para Dionisio “las cosas visibles son imágenes manifiestas de las invisibles”, este concepto heredero de la Teoría de las Ideas de Platón hace que el arte medieval sea puramente simbólico ya que expresa mediante objetos tangibles lo espiritual, y por esto mismo la luz se asimila con Dios, es símbolo de la divinidad. El arte en la Edad Media es comprendido como la traducción en el plano sensible de la belleza ideal presente en lo divino.

Pero la estética de la luz experimentó su época de auge con la filosofía escolástica durante la Baja Edad Media. El primer referente de esta etapa fue el abad Suger (siglos XI-XII), constructor de la importantísima abadía de Saint Denis que fue el primer edificio de estilo gótico que se construyó. Él escribió: “por amor de la belleza, la casa de Dios, a veces multicolor, me hace olvidar mis preocupaciones externas, transportándome de lo material a lo inmaterial”. Estas palabras hacen referencia a la finalidad del templo gótico, la de acercar a Dios al fiel mediante una nueva arquitectura diáfana y amplia, inundada de luz coloreada por las enormes vidrieras.

 

Interior de la Basílica de Saint Denis (Francia), siglo XII hasta el XIV.

Interior de la Basílica de Saint Denis (Francia), siglo XII hasta el XIV. Completamente  iluminado gracias a los muros transparentes.

 

Hildegarda de Bingen fue coetánea del abad Suger y la abadesa de un monasterio alemán. Hildegarda tuvo una serie de visiones que describió en varias de sus obras, relatos plagados de referencias a la luz, el oro, el sol, y demás elementos luminosos. Describe visiones de figuras humanas con “túnicas brillantes como el sol” y corderos “resplandecientes como la luz del día”. En dos de esas obras las descripciones son completadas con riquísimas ilustraciones de colores brillantes en los que destaca el uso de la plata para dar mayor luminosidad. Los textos de Hildegarda revelan la fascinación que producía la luz en la época y su particular punto de vista, según el cual la luz es la representación natural y más concreta de Dios.

Por su parte Roberto Grosseteste, obispo de Lincoln posterior a Suger e Hildegarda, cree que Dios es fuente y origen de la vida y de toda luz, y que, por tanto, las diferentes formas de la creación son las emanaciones de esa luz. Para él la luz es fuente de orden, proporción y conocimiento. Durante los años que Grosseteste fue obispo la catedral de Lincoln continuaba su construcción, que duró varias décadas más, es una de las obras más importantes del gótico inglés, cuyo interior está completamente inundado de la luz coloreada que producen sus hermosas vidrieras.

 

Cimborrio de la Catedral de Burgos, siglos XV y XVI. Del gótico tardío pero sin abandonar la búsqueda de la luz.

Cimborrio de la Catedral de Burgos, siglos XV y XVI. Del gótico tardío pero sin abandonar la búsqueda de la luz.

 

Para San Buenaventura (siglo XIII) la luz es el principio de toda belleza y de toda creación, a partir de la luz se crea toda la realidad terrenal y celestial. Y continuando con la diferenciación platónica de los «mundos» diferenciaba la luz accidental, que se refiere a los cuerpos, de la substancial, que posee por sí misma una fuerza creadora.

Santo Tomás de Aquino, coetáneo de San Buenaventura, incluye como parte integrante de la belleza de las cosas, junto con la integridad y la proporción, la luminosidad o claridad concebida como un “resplandor de la forma que se difunde por la materia”. La luz es parte integrante de su concepto de belleza, sin luz no hay belleza.

En todo este contexto el templo gótico no es sólo un objeto artístico, es más bien el reflejo de una concepción estética, de una cosmovisión y de un modelo de sociedad. Las ciudades crecían al mismo ritmo que los gremios y la Iglesia se vio obligada a reclamar un espacio de poder dentro de la ciudad, así un edificio que pretendía mostrar la prosperidad y el poder de una institución sirvió para que todos esos postulados estéticos medievales cristalizaran de forma palpable.

 

Nave lateral de la Catedral de León, siglo XIII.

Nave lateral de la Catedral de León, siglo XIII. Arquitectura en piedra y luz.

 

El templo gótico, además, es la representación mística y simbólica de la Jerusalén celeste descrita por San Juan en el Apocalipsis, recreada a través de la transformación lumínica de la materia. La arquitectura gótica se sirve de nuevos elementos constructivos que permiten que los muros prácticamente desaparezcan y así crear un espacio amplio y diáfano con la piedra y la luz como únicos materiales. Las vidrieras no son vanos abiertos en el muro para permitir que pase la luz, sino que lo sustituyen conformando un muro transparente. La luz penetra la arquitectura, la atraviesa y se funde con ella.

La espectacular arquitectura y la sobredora presencia de la luz pretendían sugestionar a los fieles y evocar a Dios. Las vidrieras y esculturas actuaban como Biblia para el pueblo, mostrándoles las virtudes y ejemplos a seguir y los vicios que podrían llevares al infierno; pero también hacían del templo gótico una obra de arte total que unía arquitectura, pintura y escultura. Una arquitectura erigida en piedra y modelada por la luz.

 

Interior de la catedral de Le Mans (Francia), siglos XI al XV.

Interior de la catedral de Le Mans (Francia), siglos XI al XV. Ejemplo de la hermosa luz coloreada que producen las vidrieras.

 

Lucía Ramos Martín
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