Arquitectura futurista

El Futurismo italiano fue una de las vanguardias más beligerantes y transgresoras. Desde 1909, fecha de publicación del Manifiesto Futurista por Filippo Tommaso Marinetti, los futuristas (destacan nombres como Giacomo Balla, Umberto Boccioni o Gino Severini y el propio Marinetti ) comenzaron a realizar investigaciones en poesía, pintura, escultura, música, fotografía, cine e incluso danza, con el objetivo de acabar con los movimientos artísticos desarrollados en el siglo XIX al amparo de las academias. El futurismo se mostró como un movimiento de renovación que pretendía acabar con las tradiciones glorificando la máquina y la velocidad como elementos de gran belleza, o la guerra como la “única higiene del mundo”.

Durante cinco años, los futuristas dejaron de lado la arquitectura hasta que se dieron cuenta de que si querían renovar el mundo y la sociedad debían cambiar la fisonomía de las ciudades. Antonio Sant’Elia publicó el Manifiesto de la Arquitectura Futurista en la revista Lacerba en 1914, texto en el que expone sus ideas sobre lo que debe ser la arquitectura y la ciudad del futuro. Cree absurdo habitar casas y ciudades construidas según las necesidades de personas que vivieron hace tres, cuatro o cinco siglos, que son muy diferentes a las actuales. Boccioni, por su parte, cree que la vida moderna implica nuevas necesidades que deben atenderse con soluciones diferentes a las anteriores. Esto no significa que la función esté por encima de la preocupación estética, ya que para la arquitectura futurista tanto más bella es una estación de trenes cuanto más se adecue a su función, uniendo así utilidad y expresión.

La arquitectura futurista muestra una tendencia a lo práctico, lo dinámico y lo tecnológico. Esta arquitectura atiende ante todo a la funcionalidad, dibuja líneas oblicuas y elípticas que aportan movimiento, propone la multiplicación de elementos tecnológicos como los ascensores o las escaleras mecánicas y no aspiraba a la eternidad ni la monumentalidad. El hormigón armado, el cristal, el hierro y la fibra textil sustituyen al ladrillo, la piedra y la madera. La decoración se considera un absurdo, las fachadas reducen su importancia y se tiende a la asimetría. La inspiración para los arquitectos futuristas no era la naturaleza como lo fue para los antiguos, sino los elementos del nuevo mundo mecánico del que la arquitectura debe ser la expresión más hermosa, eficaz y veraz.

 

Fábrica de Fiat en Lingotto, obra de Giacomo Mattè-Trucco. Destaca la pista de pruebas que recorrela azotea.

Fábrica de Fiat en Lingotto, obra de Giacomo Mattè-Trucco. Destaca la pista de pruebas que recorre la azotea.

Los artistas y teóricos futuristas idearon una metrópoli-máquina que rompía drásticamente con la morfología de las ciudades del momento, pero, para construir estas nuevas metrópolis, debían destruir todo lo anterior. Así surgieron las campañas de violencia y ese amor por la guerra como herramienta de cambio. Pretendían construir ciudades que eliminaran lo humano y que funcionaran como máquinas llenas de dinamismo. Las calles se construirán bajo tierra en varios niveles para albergar el tráfico rodado, los edificios se comunicarán mediante pasarelas metálicas, cintas mecánicas y veloces ascensores. El correo se distribuirá mediante tuberías subterráneas. Se podrá eliminar la noche mediante gigantescos focos o soles artificiales volantes. La niebla y las nubes podrán ser disipadas mediante radiaciones electromagnéticas emitidas desde los edificios más altos. Arquitectos y artistas como Prampolini, Marinetti o Mazzoni plasmaron estas revolucionarias ideas sobre urbanismo, pero las ideas más locas son las que propone Vicenzo Fani para la estructura de la casa futurista.

Dibujo del proyecto Città Nuova, la visión de Antonio Sant'Elia de la Milán del futuro.

Dibujo del proyecto Città Nuova, la visión de Antonio Sant’Elia de la Milán del futuro.

 

Según su idea, las habitaciones de una casa debían estar a diferente nivel. En el dormitorio, la cama se colocaría a dos metros del suelo, el cuarto de baño estaría más bajo que el dormitorio, para darse un baño habría que tirarse al agua desde una altura de al menos un metro. El único medio para acceder a las habitaciones inferiores sería un sistema de cuerdas y pértigas. En el comedor los alimentos subirían automáticamente de la cocina a la mesa. Las escaleras serían sustituidas por toboganes y montañas rusas. Pero, además, Fani proponía que las casas pudiesen girar sobre sí mismas para aprovechar mejor la luz solar, y que tuvieran motores incorporados que permitieran el nomadismo.

Dos estancias de la Caca Zampini, obra del Ivo Pannaggi, en Macerata, Italia.

Dos estancias de la Casa Zampini, obra del Ivo Pannaggi, en Macerata, Italia.

El futurismo quiso renovar por completo la cultura y la sociedad de principios del siglo XX, incluyendo alguna incursión en política y relaciones con el fascismo de Mussolini. La arquitectura futurista rara vez se salió del papel, aún así sus creadores plasmaron en bocetos y textos sus sueños y esperanzas en una arquitectura mecánica ligada a los avances tecnológicos y los cambios industriales.

Lucía Ramos Martín
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