La idea de museo en Georges Henri Rivière
“Museología” viene a ser la disciplina del saber que se ocupa de estudiar los museos y su (digamos deseable) influencia social. La palabra era prácticamente desconocida por poco usada hasta que el “museólogo” Georges Henri Rivière ayudó a definirla. Desde el principio de su prolongada trayectoria profesional y vital (vivió entre 1897-1985), Rivière apostó por el museo como un lugar ideado más allá de la contemplación, contrario a los principios pasivos y distantes para el gran público que hasta prácticamente su aparición en escena, salvo contadas aunque valiosas excepciones, habían dominado estas instituciones; si efectivamente los museos debían prestar apoyo a la educación de la sociedad para servir a su progreso -como ya se pensaba en la época en la que surge el museo como entidad pública tal y como se entiende hoy en día, la época de la Revolución Francesa-, esto debería hacerse de tal modo que el museo fuera accesible para esta sociedad.
El museo entendido plenamente como parte de la sociedad, con un marcado carácter social, didáctico y comunicativo, son ideas siempre presentes en Rivière, sin las cuales el museo, desde su punto de vista, carece de sentido. Rivière, a la vez teórico y práctico, fue en esta doble faceta siempre un pionero, impulsor de nuevas ideas y aceptando las tendencias más innovadoras.
Es interesante constatar sin embargo cómo estas ideas están sometidas a un constante proceso de definición, ya que, al mismo tiempo que tuvo claro los conceptos claves de lo que debe de ser un museo, Rivière se encontró continuamente buscando cómo llevarlos mejor a cabo, cómo ponerlos en funcionamiento. Podemos hablar así de una evolución en su concepción del museo. Esto se entenderá mejor haciendo un repaso, digamos por etapas, a sus principales actuaciones.
La primera experiencia: el Museo de Artes y Tradiciones Populares de París.
La concepción inicial de museo de Rivière es deudora de las propuestas llevadas a cabo a principios de siglo XX por los antropólogos funcionalistas de EE.UU como Franz Boas. Éstos proponían museos de carácter social, donde se estudien culturas y formas de vida, pero en el que esto no se hiciera exponiendo los objetos en tipologías o de modo positivista, sino agrupados por contextos funcionales, en los que los contextos son conjuntos de objetos cuyo significado depende de las relaciones que se establecen entre ellos. Ordenando las piezas según sus contextos de uso, sus funciones en un determinado contexto, la exposición se hacía comprensible de una manera relativamente fácil para el visitante. La identificación del tema es por lo tanto clara para el público corriente y no experto en la materia. Aunque Boas y los suyos lo habían hecho de forma inconsciente, no premeditada, se estaban poniendo así las bases de un modo de exponer didáctico en el que se pudiera reconocer la idea vectora de la exposición, su mensaje e intención, es decir, lo que luego se llamaría Museología de la Idea.
Georges Henri Rivière fue uno de los primeros que abrazó estas ideas del funcionalismo antropológico; en ellas encuentra su primer camino para renovar la institución museística. Su colaboración en los años 30 con Paul Rivet, con el que cofundó el Museo del Hombre de París, fue también decisiva para materializar estas propuestas. Entendiendo que la renovación museográfica era posible en las colecciones de tipo etnográfico, por ser éstas las que mejor nos hablan de modos de vida, Rivière será el responsable de reordenar las colecciones del Museo de Trocadero de París para convertirlo en 1937 en el primer Museo de la Idea europeo con el nombre de Musée national des Arts et Traditions Populaires de Paris, (MATP). Siguiendo esta nueva concepción, la exposición se articula en torno a un tema. Se crean las llamadas “Unidades ecológicas” (presentación de objetos en su “contexto natural”, reproducido fielmente en el museo), vitrinas temáticas y otras muestras de una original museografía. La novedad con respecto a las propuestas de por ejemplo un Franz Boas es la propia finalidad de la exposición: no es solo un museo científico, sino también educativo y cultural (según la concepción aquí desarrollada por Rivière de los tres niveles informativos). Esto supone también una nueva manera de entender al público, al que se puede informar sin excluirlos de los museos: el público es el verdadero principal referente del museo.
Sin embargo, esta finalidad científica y divulgativa va a dar lugar, en un intento de adaptarse a las necesidades de sus visitantes, a una división del museo en dos espacios expositivos a diferentes niveles, uno dedicado a los investigadores y otro al gran público, una idea por lo demás antigua que ya podemos ver en Goethe o en Bode en los museos de Berlín. Rivière pretendía aquí un museo para todos, expertos y neófitos, pero creía que la Museología de la Idea, con su método expositivo funcional, sería capaz por sí sola de acercar los contenidos al visitante, cuando en realidad sigue siendo un método propio de científicos, antropólogos en este caso. Hay una clara intención de que el museo sea informativo y didáctico, lo que supone un paso adelante en lo que a acercamiento entre museo y sociedad se refiere, pero esta Museología de la Idea fracasa en su intento. Ni el tema (la cultura preindustrial francesa) ni el discurso son realmente interesantes para el ciudadano corriente. La exposición de la idea es informativa, pero no es todo lo comunicativa que Rivière pretendía.
De la Museología de la Idea al Ecomuseo: la Nueva Museología.
Entre 1948 a 1966, Rivère presidió el ICOM, la sección de la UNESCO encargada de los museos. Desde su puesto, Rivière contribuyó como teórico con sus definiciones de “museo” a que se reconociera a esta entidad como institución al servicio de la sociedad. En lo práctico, probó también otras alternativas a la Museología de la Idea: ésta se había mostrado como muy válida en sus propuestas dirigidas a ser accesible a la sociedad, pero ya hemos visto cómo podía caer en los errores de distancia con el público que pretendía evitar. Se hace necesaria una nueva concepción de museo, y Rivière la encuentra proponiendo no sólo renovar los edificios-museo o las exposiciones, sino en la opción de “musealizar el territorio” a través de la idea de ecomuseo.
El ecomuseo es por tanto un nuevo tipo de institución museística impulsado y desarrollado principalmente por Rivière desde mediados de los años 50. A partir de experiencias anteriores como Skansen en Suecia, los Heimatmuseen alemanes o los open-air museums holandeses y británicos, surgió la idea de potenciar como museos al aire libre comarcas rurales o mineras de Francia sumidas en una grave crisis socioeconómica; los propios habitantes se encargarían de la custodia e interpretación de su legado cultural en peligro de desaparición (formas de vida), no sólo sus casas y aperos tradicionales, sino también costumbres y ritos sociales, en fin, todo aquel ecosistema humano. La idea básica es que sea la propia comunidad la que construya y defina el museo: más comunicativo, más social, más integrado. Se unen de manera indisoluble estas intenciones de conservación de modos de vida con las de conservación del medio ambiente, de los paisajes naturales y culturales.
El término ecomuseo, en realidad inventado hacia 1971 por Hughes de Varine-Bohan -casi por casualidad, dice él- sería poco más tarde llevado a la práctica en Le Creusot-Montceau, tomando un nombre muy en la línea de Rivière, al denominarse Museo del Hombre y de la Industria. Los ecomuseos, de vocación social y rebosantes de un influjo idealista, fueron muy bien aceptado por las corrientes políticas de izquierdas de los años 70 y se convirtieron en uno de los símbolos de esa concepción renovadora surgida en Francia conocida como Nueva Museología. La apuesta de los neomuseólogos, son debidas en gran parte a Rivière, en su intención de convertir al museo en instrumento de desarrollo y revitalización de zonas deprimidas, en su atención a otras formas de vida, a la cultura de los olvidados, del “Otro”, del Tercer Mundo, en su desacuerdo con el papel tradicionalmente pasivo de los museos y en su escaso valor comunicativo…
Más allá de la conservación de las colecciones, el ecomuseo busca confrontarse con la vida real de la población y convertirse en dinamizador de la sociedad. GHR, como llamaban a Rivière sus amigos y discípulos, criticará desde los principios de la Nueva Museología, y desde sus cursos de museología impartidos en la Universidad de París, a todos los tipos museos de carácter cientifista y, por lo tanto, elitista y ajeno a las demandas de la sociedad. Importa ahora en los museos su capacidad comunicativa. De hecho, Rivière entiende que los museos de bellas artes como ineficaces, al tener estrategias equivocadas, ya que no han de ser meras galerías de cuadros, sino que deben singularizar las obras dentro de una organización temática más próxima a la sensibilidad o interés del público. Remodelando los principios de la Museología de la Idea, a los que nunca abandonó plenamente, Rivière intenta siempre, cada vez un poco más, el compromiso con la sociedad a través de la institución del museo.
La búsqueda de una definición
Se ha visto cómo la idea de museo de Rivière se muestra constantemente de acuerdo con la intención de servir a los intereses de la sociedad: el cómo hacerlo del modo más apropiado es objeto de continua renovación. El museo es una realidad dinámica, cambiante, siempre buscándose.
Prueba de ello es la definición evolutiva del ecomuseo, que hizo pública en reuniones de la Comisión de Museología. La fórmula del ecomuseo es la que mejor resume la concepción de Rivière del museo, y siempre intentó definirla, a través del ICOM o de sus clases universitarias. Desde el punto de vista museográfico, el ecomuseo requiere una continua renovación entre el museo, el público y su lugar de enclave, sobre todo para evitar la conversión del ecomuseo en un “parque temático”.
El museo en Rivière se confunde con el ecomuseo, como espacio de toma de conciencia. Como algo vivo, preocupado por la pedagogía y por la interacción con el público. Fundamentado en una concepción humanista, Rivière fue un gran idealista, y a veces utopista, pero que propuso soluciones prácticas, y sobre todo que creyó en el museo como una institución útil para la sociedad y su desarrollo, una institución que efectivamente podía mejorar al ser humano y a la comunidad en la que se inserta.
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