La importancia de bailar. ¿Nos explicaron mal o no entendimos bien?

Bailar. Siempre que alguna situación nos motiva a mover el cuerpo –aunque sea sólo la cabeza– estamos bailando, expresándonos. Pueden ser ritmos, música o cualquier sonido que conocemos o que estamos escuchando y experimentando por primera vez. Todo se puede bailar. El baile parece ser una forma de expresión natural, intrínseca en el ser humano.

Además de expresar, mediante la danza se puede comunicar, ejercitar e incluso mejorar la capacidad de socialización de las personas. La danza también nos ayuda a transformar sentimientos, ideas y estados de ánimo. Pero hablemos de bailar en sí. Bailar en una fiesta, bailar en la calle o bailar por bailar, porque nos nace. ¿Cómo sabemos que lo hacemos correctamente o no? ¿Quién elige si es así o no? ¿Está bien dejar que se nos clasifique en buenos o malos bailarines? Hablemos de por qué la danza resultar ser no solo una acción natural del cuerpo sino también un arte.

“La danza es un arte porque describe una forma de arte desarrollada principalmente por la estética. También se considera arte por ser un fenómeno social, un medio de comunicación y una necesidad del ser humano”, señala Fredy Riveros Morales, bailarín profesional y coreógrafo de diferentes compañías de baile de la capital colombiana, Bogotá. Pero no todos lo entendemos así. Para muchos de nosotros solo es una forma de expresión, como para algunos lo es cantar o pintar, solo que, para bailar, ¿quién decide quién lo hace bien o quién lo hace mal?

 

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La mezcla perfecta entre la pureza del folclore colombiano y la sofisticación de las danzas modernas. Ballet de Colombia de Sonia Osorio.

 

En su libro “El ritmo, la música y la educación”, Emile Jacques-Dalcroze explica la existencia de una conexión instintiva entre el hecho sonoro y el movimiento corporal, de manera que las impresiones musicales despiertan imágenes motrices y la música no se percibe sólo con el oído, sino con todo el cuerpo. Es decir, que cada cuerpo puede percibir la música y el sonido de formas distintas, ya que cada persona es un universo completamente diferente y estamos hablando de la interpretación de nuestros cuerpos al escuchar algo que nos despierta. Por ejemplo, Paula Alejandra Baquero Rodríguez dice que “más que querer ser bailarina, siento que fui escogida. Cuando bailas puedes disfrutar el lujo de ser tú mismo. El cuerpo no miente”. Paula, que tiene 20 años y es bailarina en formación, relata cómo para ella la danza resultó ser su vocación. “Saber que hay gente que aprecia el esfuerzo que uno realiza es importante. No es que alguien baile bien o baile mal. Es más, ¿qué tanto esfuerzo puedes hacer para alcanzar lo que quieres? En todos los ámbitos de la vida, ponerle esfuerzo”. Es decir, que el acto mismo de bailar, ese arte que para muchos se convierte en su vida, es una actividad física interpretada por el ser humano de diferentes maneras. Tú puedes bailar bien si tú lo crees así. “Bailar mal” sólo vendría a encajar en el significado de que uno sienta que lo está haciendo así, aunque claro está que incluso esa autocrítica estaría permeada por la percepción que tenemos acerca de qué y cómo queremos bailar algo.

 

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Foto: Fundación AZNAD

 

Y es que, ¿a quién no le gusta moverse? Si bien la danza –hablando de ligas profesionales– puede que no se nos dé bien a todos, también es parte de nuestra cultura como seres humanos criados y crecidos dentro de una sociedad en donde se reproducen conductas. La danza tradicional está fuertemente ligada a festividades populares y a la representación de una identidad nacional en cada región. En dichas festividades celebramos y aprendemos no sólo sobre bailes, pues temas de cultura, idiosincrasia e identidad son también reforzadas en nosotros al entender que esta actividad humana es tan antigua como mágica.

El baile como arte se ha podido ver representado a lo largo de los siglos en campos como la pintura, la música, las letras y el cine, pero en el núcleo mismo de este arte, el de bailar, se puede también observar cómo se han desarrollado distintas representaciones artísticas que se pueden separar en géneros y maneras de bailar. Al igual que existen géneros tan bailables como el tango, el disco, la salsa, el vals, la electrónica y el hip-hop, existen también tipos de danza considerados artísticos. Dicho arte se podría clasificar, en cierto modo, en tres grandes grupos, en los cuales podemos encontrar los tipos de danza propiamente dichos: la danza clásica (ballet, danza contemporánea, danza medieval), la danza folclórica (tango, danza árabe, charleston) y la danza moderna (hip hop, salsa, rock n’ roll, electrodance).

La danza resulta ser entonces varias cosas en una. Es una actividad humana universal que cualquier persona, sin importar raza, sexo o edad, puede practicar; es un ejercicio psicomotriz que hace uso del cuerpo para expresar y, del mismo modo, genera beneficios en nuestra salud física. Es una actividad que puede englobar distintos temas, explicando de la mejor manera posible el por qué de la variación del concepto según el contexto de si es colectivo o individual, e incluso de la expresión y la técnica a la que se refiere. Bailar mejora nuestra capacidad de relación y socialización con otras personas. Ejemplo claro de esto es la fundación artística AZNAD, entidad privada sin ánimo de lucro que promueve el arte y fomenta la cultura –integrando a personas con y sin discapacidad– en Colombia. Fredy, quien también es coreógrafo en la fundación, expresa que el trabajo que se realiza allí “es una forma diferente de hacer y ver la danza”.

Sin embargo, y pese a todos los aspectos positivos que parece tener el acto de bailar, en Bruselas, la capital belga y capital de la Unión Europea, existe un impuesto por bailar del que no se tenía idea hasta que, hace unos días, se conoció gracias al post del café Bonnefooi a través de su página de Facebook.

 

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Fachada del café Bonnefooi.

 

Aunque poco conocido hasta ahora, el danstaks –como se llama en neerlandés este impuesto– no es nuevo. Existe desde los años 50 y se recauda desde aquella época, sólo que en 2014 la polémica ley se analizó para especificar este impuesto en función del número de personas que baila y no por el número de metros del establecimiento, tal y como sucedía anteriormente. La explicación del Ayuntamiento para cobrar 40 céntimos por persona es que los “eventos que envuelven al baile” generan a la ciudad gastos adicionales en cuanto a seguridad y orden público, y la razón por la cual no se conocía hasta ahora se debe a una implementación insuficientemente rigurosa y a la escasez de funcionarios para vigilar la situación en cada sitio.

En resumen, y para ser más claros, todos podemos bailar. Bailemos como bailemos se llama bailar; lo clasifiquen o lo entiendan algunos más que otros, es bailar. Bailar es el reflejo de lo que quiere proyectar el alma mediante el cuerpo. La danza como expresión es arte. Claro está que, en un mundo en donde se quiere tener control sobre todo, como en el que habitamos hoy en día, este acto humano tiene su propio impuesto.

Nicole Rojas

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