Lady Gaga, el rescate de la nostalgia
Después de una sorprendente experiencia jazzística con Tony Bennett, Lady Gaga vuelve con un nuevo trabajo esperado a la par que renovado: Joanne. Este nuevo disco, fruto de la Haus of Gaga, su equipo creativo al estilo de Andy Warhol y de los productores Mark Ronson, Jeff Bhasker, BloodPop y RedOne, con los que esta vez ha contado, ha supuesto numerosos comentarios de todos los colores a través de las redes sociales.
La camaleónica neoyorkina nos ha sorprendido en cada disco que ha sacado. En The Fame nos mostró los estereotipos de cualquier estrella del pop; en The Fame Monster enseñó la cara oculta de todo ese mundo, aparentemente de color de rosa; en Born this way se transformó en un espectro del pasado en el que recuperó una parte de aquella esencia del rock que perdió al saltar a la fama y mezclarlo con una contundente a la vez que sutil crítica social; en Artpop demostró poder adoptar cualquier faceta a través del pop y convertirla en arte; y, finalmente, en Cheeck to cheeck, nos sorprendió con un giro radical sorprendente, con un estilo totalmente diferente como es el jazz.
Ahora, con Joanne, el trabajo más nostálgico de Gaga hasta la fecha, se presenta como ella misma, sin filtros —aparentemente—, como Steffany Joanne Angelina Germanotta, aquella chica que dejó sus estudios de Arte Dramático para ir de bar en bar por Nueva York cantando sus canciones acompañada de su teclado. Aquella época de versiones de los Scorpions, de aquellos bolos con su amiga y compañera Lady Starlight o de Fever, la canción compuesta por ella que posteriormente prestó a Adam Lambert, es la que intenta recuperar de forma nostálgica, luchando contra la esencia mainstream que la envuelve. Por eso, está envuelta en su peculiar gira Dive Bar Tour, con la que pretende llenar todos los pubs y bares de los Estados Unidos. El título del disco, además, es en honor a Joanne, su tía que padecía lupus y que finalmente falleció. Además, ella lleva su nombre, por lo que en la promoción del álbum se utilizó el eslogan “Don’t call me Gaga, call me Joanne”.
Es curioso cómo muchísimos fans y especialistas en la materia han criticado a Lady Gaga por este nuevo álbum y esta vuelta a sus orígenes. A través de las redes sociales, se ha comentado que se esperaba una vuelta a The Fame, una vuelta a la etapa en la que se dio a conocer al mundo entero con unas canciones que no únicamente conocemos todos, sino que incluso recordamos sus coreografías. Con esto, deja atrás el espectáculo y el excentricismo que llevaba este personaje de múltiples caras con las que la conocimos y la recordamos.
A nivel de técnica vocal, no obstante, aún le queda por aprender. Tiene una voz grave, con mucha potencia tanto en los graves como en los agudos. En este disco, al contener más baladas que en los anteriores, hace uso de una potencia mayor al cantar, además de utilizar su rango vocal más agudo; sin embargo, en el directo, con su single de presentación Perfect Illusion, le cuesta llegar a los agudos a medida que avanza la canción. Aun así, va por buen camino. Ya no queda nada de aquella tímida freak que cantaba Brown Eyes en 2008. Ahora tenemos a una Lady Gaga que es capaz de interpretar un popurrí de Sonrisas y lágrimas en una ceremonia de los Óscars y hacerlo satisfactoriamente.
Lo más curioso es que Gaga no ha perdido su esencia, ya que, al escuchar cualquier canción de su nuevo disco, sabemos que es de Gaga. Musicalmente, tiende a componer sus canciones con un patrón de armonías bastante característico que nos transporta a la música con cierto toque country, del tipo Dolly Parton. Un claro ejemplo de ello es A-YO, canción que seguramente sea el próximo single de Joanne.
Además, en sus canciones más lentas podemos observar que, aunque traten en su mayoría temas tristes o melancólicos, evita el modo menor para componerlas. Es una característica muy arraigada en Estados Unidos, sobre todo en la música country, y eso es algo que no ha perdido en todo este tiempo. Pocas diferencias hay entre Speechless y Million Reasons.
También es digno de destacar del nuevo disco de Lady Gaga la colaboración que realiza con Florence Welch. Personalmente, era un momento que desde hace mucho tiempo esperaba, y no fue para menos. Es un claro ejemplo de perfecta sintonía con sus anteriores trabajos, ya que tiene esa esencia ecléctica que caracteriza a ambas artistas, y esas melodías eléctricas que recuerdan a tiempos pasados, a canciones como So happy I could die.
Hay otra canción que me llama especialmente la atención dentro del disco de Lady Gaga: Dancin’ in circles. Algunas revistas de música especializadas la califican como “una oda a la masturbación femenina”. Con esta afirmación sobran las explicaciones; es una canción que continúa esa crítica social, en este caso feminista, que supone un cierto continuismo de Born This Way.
Al final, se trata de una artista más que vende sus discos, que canta bien, que crea tendencias y gana millones de dólares por ser una estrella global. Pero la calidad artística y la originalidad son características que pocos artistas, víctimas del consumismo compulsivo, poseen. Y como ella dice en su canción Artpop: “Keep it tight. Sometimes the simplest move is right. The melody that you choose can rescue you”. Las canciones de Joanne, por tanto, la han rescatado.
- Hilando Alcublas, Hilando Vidas - 26 agosto, 2017
- Top 10 de películas para ver después del Orgullo LGTBI - 4 julio, 2017
- Loreen, del susurro al aullido - 13 abril, 2017
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!