Metallica – “Hardwired… to Self-Destruct”
He de reconocerlo; cuando supe que Metallica estaba grabando un nuevo disco me produjo una total indiferencia. Toda confianza que tenía en escuchar algo potente de Metallica se desvaneció al recordar los bandazos de los de San Francisco con St.Anger, Death Magnetic y el esperpéntico experimento con Lou Reed, Lulú. Reconozco que debutar con una obra maestra como fue Kill Em’All puso el listón muy alto en su carrera, pero desde el Black Album (1991) su carrera ha ido cuesta abajo y sin frenos.
Pese a todo acabé sucumbiendo y escuchando los avances del disco, porque una cosa hay que reconocer: no hay ningún grupo de rock duro que mueva mejor la maquinaria mediática ni mueva tanto público y dinero como lo hace Metallica.
Hardwired, la canción que abre el disco, es un golpe en toda la cara; una muestra de potencia y frenesí en la que The Four Horsemen recuperan su lado mas thrash. No baja el ritmo con Atlas, Rise! donde los solos de guitarra vuelven a tener su merecido protagonismo junto al buen trabajo de Lars Ulrich en la batería. Pero es a partir de aquí donde esta frescura se desvanece y el disco pasa a un ritmo más pausado.
Es cierto que Now That We’re Dead, Moth into the Flame o Confusion no son malas canciones, pero su excesiva duración y la repetición de patrones consiguen esa sensación de “más de lo mismo”. En ManUNKind la tendencia se contrae y nos deja una canción en la que destaca el buen hacer de Hammett con los riffs de guitarra para continuar con Here Comes Revenge en la que Hetfield combina momentos más melódicos con ritmos machacantes de guitarra al más puro estilo del Black Album.
Por lo general el resto del álbum funciona de la misma manera, con pequeñas pinceladas de genialidad como las reminiscencias de Megadeth en Am I Savage? o el bonito homenaje al fallecido Lemmy Kilmister en Murder One, eclipsados por una excesiva duración de las pistas y un ritmo demasiado machacante en numerosas ocasiones.
Pese a todo, estamos ante el que posiblemente sea el mejor trabajo de las últimas dos décadas de Metallica; un ejercicio de estilo en el que se podrán criticar muchas cosas, pero no las buenas intenciones de estos dinosaurios del rock.
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