Lucha

La doctrina de sobrevivir: la nueva realidad

Oeste de Texas. Exterior. Día. Dos hermanos acaban de robar el Texas Midlands Bank, se montan en el coche y salen huyendo. Planean atracar un número exacto de bancos. Deberán hacerlo dentro de un breve periodo de tiempo, solo así podrán pagar las deudas adquiridas por una asfixiante hipoteca. En su camino, un policía a punto de retirarse y su compañero salen en su busca.

 

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Los hermanos protagonistas en acción.

 

Esta es la sinopsis de la película “Comanchería” (2016) del realizador David Mackenzie. Esta historia, protagonizada por los hermanos Tanner (Ben Foster) y Toby (Chris Pine) Howard nos introduce en las consecuencias de una crisis social y financiera. La atmósfera de la película nos sitúa de manera brillante en la narración, de forma que los espacios que el espectador contempla son siempre una larga e inacabable carretera y una sucesión de pueblos pequeños empobrecidos. La fotografía utiliza algunos colores para retratar la asfixia de los protagonistas; el marrón, el amarillo o el gris estructuran la historia y nos guían en el atraco de los bancos.

Si hemos decidido llamarlo western social es porque el objetivo de los hermanos Howard se presenta en la película totalmente justificado. A la altura de los antecedentes en su campo como “Sólo ante el peligro” (1952) de Fred Zinnemann o “Sin perdón” de Clint Eastwood (1992), “Comanchería” recupera el aura del western combativo. Las medidas que fueron tomando los bancos durante la crisis financiera se podrían calificar perfectamente de violentas, de forma que una respuesta igualmente violenta está legitimada. Además, ya se sabe que hay cierto honor en robarle a un ladrón.

Ejerciendo el contrapunto perfecto tenemos a un espectacular Jeff Bridges como el sheriff encargado del caso. La tensión avanza conforme más cerca están de atraparlos, y un excelente duelo final redondea un guión ya de por sí perfecto.

 

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Chris Pine se enfrenta al sheriff Jeff Bridges.

 

A su vez, el drama personal que viven los protagonistas acaba de perfilar los detalles que construyen la historia: una madre enferma, un banco que ayuda a acrecentar la desgracia, un terreno disponible, un hermano que acaba de salir de la cárcel y otro que no es capaz de pasarle la pensión a su mujer, de la que se acaba de divorciar. Dos psicologías que encajan en una, dos representaciones de tipos de personas con el que cualquiera actualmente puede identificarse en mayor o menor medida.

Esta película da cuenta de un fenómeno actual, y es que nuestra sociedad está construyendo un mundo donde una nueva figura ha tomado todo el protagonismo: el superviviente. Aquel que soporta, aquel que lucha, que vuelve a soportar y, sobre todo, aquel que está cansado, muy cansado de tener que llevar el peso que otros le echan. El que tiene contratos basura, trabaja por cualquier cosa y a cualquier precio, ya que el hecho de dar una negativa se ha convertido en un privilegio.

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Ben Foster y Chris Pine en Comanchería (2016).

 

Otro ejemplo muy interesante de lo que comentamos lo podemos encontrar también en los personajes de la última película de Ken Loach, “Yo, Daniel Blake“. Esta cuenta la historia de un ensamblador con problemas de corazón que requiere asistencia estatal al no estar todavía recuperado para volver al trabajo. Sin embargo, su compañía de seguros lo examina y, yendo en contra de las recomendaciones de su médico, lo considera apto para el esfuerzo físico. En la lucha contra la burocracia para recuperar la subvención que lo mantiene, se cruza con una madre soltera, Katie, que para salir del albergue de personas sin hogar donde vive debe mudarse a una residencia en un piso a más de 500 km.

 

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Los protagonistas de I, Daniel Blake (2016)

 

En este caso, ambos personajes subsisten y resisten, porque esa es la nueva doctrina que el poder del capitalismo impone: la doctrina de sobrevivir. Ken Loach lanza un grito directo a toda la sociedad que tiene la intención de curar nuestra insensibilidad; es una proclama que pide de forma desesperada el reconocimiento de la humanidad.

Al acabar, nos enfrentamos a los dos finales diferentes de las películas que presentamos en este post. Uno bueno y otro malo, uno verosímil y el otro dolorosamente realista. Son dos posibilidades con las que convivimos y a las que, definitivamente, deberíamos escuchar.

Mamen García García
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