Hans-Peter Feldmann

Ni rastro de punk en el MACBA

Hace algunos días vi en televisión a David G. Torres, comisario de PUNK. Sus rastros en el arte contemporáneo, exposición recién inaugurada en el Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA). Salté del sofá cuando escuché que afirmaba que el punk era ruido y que bajo esa premisa se había organizado la exposición. No pude, cuanto menos, acercarme al museo a ver qué circo habían montado. La realidad fue mucho más decepcionante de lo que me esperaba. Antes de seguir, recomiendo escuchar The last beat of my heart de Siouxsie and the Banshees, Birdland de Patti Smith, Walk on the Wild Side de Lou Reed, o la versión que hizo Parálisis Permanente del Heroes de David Bowie. Que el punk es ruido… En fin.

Lo primero que nos encontramos en el hall es un automóvil con un cartel luminoso que anuncia No? Future!, procedente del lema punk que popularizaron los Sex Pistols a causa de la caótica situación social y económica en la Inglaterra de los 70. Hacia el final de la exposición nos encontraremos con el vídeo en el que vuelve a aparecer este mismo coche, un proyecto del 2006 de Jordi Colomer. Lo que resulta más punk de todo es que el vehículo junto con el cartel gigantesco tapan la instalación de Lawrence Weiner Algunos objetos de deseo, que lleva tanto tiempo allí que ya ha perdido cualquier interés.

 

Jordi Colomer

Jordi Colomer, “No Future”, 2006

 

Antes de entrar en las salas volvemos a encontrarnos con otro objeto: una gigantesca caja metálica que contiene algunos instrumentos musicales realizada por João Onofre, aludiendo a la imagen de un local de ensayo. La caja está abierta, de forma que el ruido puede escaparse. Recordemos que el ruido va a estar presente durante toda la exposición. Lo encontramos aquí, lo encontramos en el anterior vídeo citado de Jordi Colomer, lo encontramos en diferentes pantallas repartidas por las salas, lo encontramos en una instalación de Joan Morey… No deja de haber ruido en momento alguno, vaya. El summum llega con Terremoto de Tere Recarens. Ante nosotros, estanterías caídas, vajilla rota, fragmentos de cristal, objetos de porcelana reventados contra el suelo; un verdadero terremoto. La poética de la obra está en que los objetos se habían colocado sobre un suelo de tablas que al pisarlas hacían que todo se viniera abajo. Se suponía que la obra se iría reponiendo a medida que se fueran rompiendo los objetos. Yo ya lo encontré todo destrozado, no pude gozar de sentirme punk tirando un vaso al suelo o emular a Gina Pane caminando descalzo sobre los miles de trozos esparcidos por el espacio –apunto que ni rastro de una artista como ella o similares, mucho más punks de lo que allí había–.

 

Tere Recasens

Detalle de Tere Recasens, “Terremoto”, 2016

 

Para el visitante exquisito, que busca obras con un nombre detrás, la exposición nos ofrece, por ejemplo, Beast de Jean-Michel Basquiat, un autorretrato de Nan Goldin o una serie de fotografías de Valie Export. Es una pena que no sean de las mejores obras de estos artistas, pero tienen un peso suficiente para movilizar a ciertos grupos de visitantes. Hubiera sido reconfortante encontrarse con Del archivo de la condición canina, las fotos de aquella performance en que Export caminaba como un perro mientras Peter Weibel tiraba de ella con una cadena, o Nan One Month After Being Battered, aquella fotografía terriblemente impactante en la que Goldin muestra el resultado de la paliza que le había dado su novio. Las obras que alguien espera encontrarse con semejantes artistas en cartel en una exposición sobre el punk y su influencia en el arte contemporáneo. Y al mismo tiempo que sucede esto, nos ofrecen algunas imágenes pixeladas y en mala calidad de Itziar Okariz en aquellas performances en las que se dedica a mear de pie en espacios públicos y privados. Pero, claro, la artista vasca no tiene tanto nombre como para darle un mejor lugar a su obra.

 

Itziar Okariz

Itziar Okariz, “Mear en espacios públicos y privados”, 2001 – 2004

 

También podemos encontrarnos con objetos del tipo Billete de 5 pounds con nariz roja, de Hans-Peter Feldmann, en el que el artista le pinta una nariz de payaso a la reina de Inglaterra en el susodicho billete. ¿Será ese el rastro del punk en el arte contemporáneo que da nombre a la exposición? Recuerdo que en un viaje de hace algunos años a Berlín pude visitar la Hamburger Bahnhof, donde me topé con una exposición sobre el cuerpo. Allí descubrí a Feldmann a través de una reproducción del busto del David de Miguel Ángel pintado con colores deslumbrantes. En aquel entonces me pareció algo muy pop que encajaba con los compañeros que tenía en la sala (Duane Hanson o Paul McCarthy, por ejemplo). La obra de la exposición de Feldmann debe ser algo así como una referencia a la burla de los Sex Pistols a la reina inglesa en God Save the Queen. Sorprendente.

Al margen de todo lo comentado, la exposición nos ofrece una brevísima historia del punk que mezcla textos y objetos, desde un supuesto pasado en el dadaísmo del Cabaret Voltaire –algo con poco fundamento– hasta los actos de las Pussy Riot contra Putin, pasando por grupos como la Velvet Underground, las New York Dolls o The Clash. Ese recorrido nos avisa también de que existió el punk en España, aglutinando a Kaka de Luxe, Eskorbuto, Ocaña o La edad de oro en un mismo párrafo. Sinceramente, un despropósito que para más de uno llega a la falta de respeto. Un recorrido pobre para el entendido y caótico para el que no tiene ni idea. Algo menos de ruido en los textos aclararía esa supuesta Historia del Punk.

 

“La cultura no me interesa”

 

Para despedirnos por todo lo alto, la exposición nos recuerda que «el punk se relaciona inmediatamente con la violencia». Ni mucho menos voy a negarlo. Pero asentarse en un imperativo categórico de tales magnitudes ensucia la realidad: el punk tiene un mensaje político que nace del anarquismo, del nihilismo en ocasiones, y de la oposición a toda forma de control, gobierno y patrón imperante en la sociedad. Yo me despido con otras palabras, las de José María Valverde: «no hay estética sin ética». Eso es lo que ocurre en las salas de la segunda planta del MACBA. La exposición es pura imagen puesto que no hay una reflexión en las propuestas del punk. A los últimos que quisieron ser punks en el museo los echaron a la calle, así que lo que queda ahora allí es puro ruido.

Carlos Moya Gómez
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