Arte conceptual, ¡qué modernos somos!

La historiografía clasifica el arte según su evolución temporal, partiendo de las primeras manifestaciones vinculadas a la magia y el chamanismo, consideradas estas como algo toscas y propias de una mentalidad aún por desarrollar. Con el paso de los milenios, el ser humano ha ido supuestamente desplegando su capacidad creativa, originando un sinfín de movimientos culturales que obviamente influyen en la producción artística. El individuo que habita en la contemporaneidad se establece, y así nos lo venden, como un ente que ha superado todas las barreras de la inteligencia, siendo capaz de comprender y utilizar a las artes en cualquiera de sus técnicas y modos de expresión. Xu Zhen (Shanghái, 1977) recurre a la imagen de la divinidad griega clásica como algo que es arrancado de su lugar original, este es la naos o la decoración escultórica del templo, para convertirla en un objeto conceptual, siendo asumida su obra públicamente como una genialidad más del hombre moderno −ese que tiene la sartén del conocimiento por el mango−, debido a la ruptura que el chino hace entre la concepción tradicional y las nuevas formas de ejecución y asimilación del repertorio artístico. Pero… ¿no aplicaban ya lo griegos el conceptualismo antes incluso de que aparecieran las polis?

Considerados como el antecedente más directo −junto a los micénicos− de lo que todos entendemos como Antigua Grecia, los minoicos dieron gracias a la tierra por respaldar sus vidas, ya que basaban su economía y manutención en la agricultura y la ganadería. Con la fuerte influencia recibida desde oriente a través del mar, la cultura minoica (h. 1900 – h. 1350 a.C.) fundamentó su religión en las procesiones y los rituales de paso. Los escenarios de estos actos de libaciones y sacrificios estaban presididos por una representación de la divinidad muy característica, el pilar, elemento arquitectónico sustentante que participa tanto en los lugares de rito construidos bajo tierra (pillar crypts) como en los distribuidos sobre las dependencias palaciegas. Supondríamos que estos pilares no son más que simples mecanismos de estructura si no estuvieran marcados por la doble hacha, el símbolo sagrado de estos arcaicos habitantes de la isla de Creta, quienes adoraron y se rodearon de una figura geométrica que hacía las veces de dios anicónico, esto es, de un concepto.

A partir de los estudios arqueológicos realizados sobre esta protocivilización por el célebre descubrimiento de Arthur Evans en 1900, sabemos que los minoicos practicaban el arte figurativo. Como buenos antiguos, optaron por los delicados frescos para decorar sus edificios destacables, así como por el oficio de la escultura para dar forma humanoide a ese espíritu divino que habita en los pilares anteriormente explicados. Todo lo que nace, crece, se reproduce y muere es una consecuencia de las Diosas Madre, esas fértiles y regidoras de los ciclos naturales. Dicha creencia ya proviene de mucho tiempo atrás, y así lo atestiguan las famosas Venus paleolíticas, aunque los minoicos de la Edad de Bronce no coincidieron demasiado en la creación de su iconografía. La deidad continúa con los senos al descubierto, pero sus esplendorosas curvas han sido drásticamente reducidas, además de estar dotada de un gran faldón ceremonial, evitando que el pubis quede a la vista. Con los brazos en cruz, sujeta serpientes en ambas manos. La elección de este animal no es arbitraria, ya que los minoicos forjaron un potente vínculo imaginario entre suelo y reptil a colación de la ausencia de extremidades en él, obligándole a permanecer para siempre en contacto directo con la superficie. Bajo esta superficie se encuentra la divinidad, y todo lo que florece y se mueve sobre el plano, es decir, la naturaleza, es engendrada por la primera, su dominadora, algo que los cretenses personificaron con exquisitez en aquellas figurillas femeninas que sostienen las serpientes con vigor.

 

Diosas de las serpientes minoica

Diosa de las serpientes, loza vidriada, 1600 a.C. Descubierta en el Palacio de Cnosos (Creta). Museo Arqueológico de Heraclión

 

Pero el mundo heleno cambió. Se organizaron en ciudades (polis), cada una de ellas con su propio gobierno y quehaceres, vanagloriando a su divinidad predilecta y protectora de la urbe. Luego Roma copió los modelos y los adaptó a sus ideas, aunque su sentido religioso seguía siendo el mismo. No será hasta el renacimiento italiano cuando el cliché de Zeus y cía. fue despojado de su carácter piadoso, siendo visto el Panteón griego como una representación física del antropocentrismo imperante y una prueba irrevocable de la sociedad elitista de la época, ya que la mitología era un lenguaje solo alcanzable por las clases adineradas, véanse los Medici en Florencia o los Sforza en Milán, familias pudientes que gozaban de todos los poderes civiles habidos y por haber, quienes invertían parte de su fortuna en las artes con el fin de aproximarse aún más a esa filosofía humanista tan en boga entre los círculos “de alta gama” de estos tiempos.

El claustro celestial heleno jamás ha vuelto a desaparecer de las manifestaciones artísticas, si es que este alguna vez ha sucumbido del todo, pues ni siquiera el cristianismo se pudo deshacer de él, ya que los intérpretes de Jesucristo bebieron de los mitos para construir sus propios pasajes.

Sin perder su efigie más estandarizada, la de, por ejemplo, las esbeltas Afroditas clásicas, postclásicas y helenísticas (la misma que utilizaron los renacentistas), la divinidad griega ha sido constantemente reinterpretada al gusto de los coetáneos de cada etapa histórica. Volvió a resurgir con el neoclasicismo y la Ilustración, pues la férrea defensa que se hacía en estos momentos del dibujo frente al color romántico hizo de la escultura pagana el ideal de belleza donde la línea pudo desempeñar con lucidez su papel preponderante. Ya con las vanguardias del siglo XX, el estereotipo de los dioses bajó definitivamente de los altares para ser desvirtuado con el movimiento dadá, decapitado con el surrealismo e ironizado y repetido hasta la saciedad con el pop, prácticas que aún hoy en día se vienen realizando con los moldes griegos.

 

Dalí Venus de Milo

Salvador Dalí, Venus de Milo con cajones, diseño original de 1936

 

Matthew Quick, domestic godness, 2015. Óleo sobre lienzo, 100 x 120 cm.

Matthew Quick, domestic godness, 2015. Óleo sobre lienzo, 100 x 120 cm.

 

El arte conceptual no se iba a quedar atrás, queriendo llevar al límite el uso que se puede dar a una imagen concebida hace varios milenios. Xu Zhen, uno de los artistas chinos de mayor proyección, vuelve a inferir un ápice devocional a la estatuaria mitológica, aunque este no sea el rasgo más importante de sus provocadoras instalaciones.

Dedicado al videoarte, la pintura, la fotografía o la performance, Zhen enfoca su trabajo más conocido −la escultura conceptual realizada en materiales que simulan el aspecto de la piedra− a la interconexión que actualmente existe entre oriente y occidente gracias a las nuevas tecnologías. El gigante asiático con capital en Pekín se ha dado a conocer, permitiendo derribar algunos convencionalismos que el europeo o el norteamericano tenían equívocamente instalados en su mente acerca del país comunista, o el efecto contrario, el de evidenciar los verdaderos defectos de una sociedad supersticiosa y dominada por los tabús. Con esta apertura al mundo, China ha revolucionado el mercado internacional, y, por supuesto, también el del arte, algo a lo que Xu Zhen quiso hacer alusión con el título elegido para su propia compañía artística fundada en 2009, MadeIn.

Berna, Oslo, Lyon o Nueva York, además de grandes eventos como Art Basel y la Bienal de Venecia, ya han tenido la posibilidad de contar con sus creaciones. Actualmente, sus piezas conceptuales siguen en cartel a través de múltiples exposiciones tanto individuales como colectivas.

Desde el 18 de marzo hasta el 5 de junio tiene lugar la vigésima Bienal de Sidney (Australia), donde se exhibe uno de los hitos de su afamada serie Eternity. Xu Zhen trata de representar aquel hermanamiento forzado que ambas mitades del mundo comparten hoy, y para ello echó mano a los vestigios arqueológicos de los dos extremos como si de una marca distintiva se tratara. La west culture queda plasmada en el espacio partiendo de una insinuación de su lugar de origen, Grecia, siendo los dioses olímpicos su mejor personificación, y qué mejor que un nacimiento para escenificarla. Se trata de una reproducción de los restos escultóricos extraídos del frontón este del Partenón ateniense, hoy polémicamente conservados en el British Museum (Londres), en los cuales se da vida al momento en que Atenea, patrona del conocimiento, la sabiduría y la estrategia de la guerra surge de la testa de su padre, el todopoderoso Zeus, mientras que el resto de divinidades asiste con jolgorio al alumbramiento. Por otro lado, Buda es el encargado de hacer visible la east culture, igualmente sonsacado el modelo de varias estatuas reales que ejemplifican en distintas posturas al loado personaje. Oriente y occidente aparecen uno sobre el otro, unidos por el cuello, funcionando este como un punto en el que se finiquita la existencia. Todo lo que traspase esa línea imaginaria queda absorbido por una dimensión paralela, allí donde conviven fraternalmente las cabezas que Xu Zhen ha omitido.

 

Xu Zhen, Eternity (detalle), 2013-14. Fibra de vidrio, piedra artificial, acero y pigmentos minerales, 502.4 x 93 x 15.2 cm. (con plinto). Colección White Rabbit Gallery

Xu Zhen, Eternity (detalle), 2013-14. Fibra de vidrio, piedra artificial, acero y pigmentos minerales, 502.4 x 93 x 15.2 cm. (con plinto). Colección White Rabbit Gallery

 

El mismo método artístico reserva Zhen para su obra más conocida (perteneciente a Eternity), donde la Victoria de Samotracia juega a ser trapecista sobre Bodhisattva, instalado el espectáculo visual en la Fundación Louis Vuitton parisina como participante de la muestra The Collection, a selection of Chinese works, del 27 de enero al 5 de septiembre.

 

Xu Zhen, Eternity, 2013. Fibra de vidrio, acero y cemento, 626 x 460 x 230 cm.

Xu Zhen, Eternity, 2013. Fibra de vidrio, acero y cemento, 626 x 460 x 230 cm.

 

La galería White Rabbit (Chippendale, Australia), especializada en arte chino, mantiene hasta el 7 de agosto la exposición Heavy Artillery, que cuenta con European Thousand-Armed Classical Sculpture de Xu Zhen como gran reclamo. El mensaje es idéntico que en Eternity, aunque se modifica el procedimiento. Diecinueve esculturas replicadas a partir de iconos occidentales, desde Hércules y Jesucristo hasta la Estatua de la Libertad, y de aspecto marmóreo, son colocadas por el artista de tal forma que, al ser contemplados los tres grupos frontalmente, recuerden de alguna manera a la silueta de Avalokiteshvara (Guanyin) Bodhisattva, la dama de los mil brazos budista, quien encarna la compasión. Es como si Atenea y sus compatriotas decidieran rendir homenaje al folclore oriental ensayando una danza birmana o tailandesa, pero detenidos en una postal turística irrepetible.

 

Xu Zhen, European Thousand-Armed Classical Sculpture (detalle fila central), 2013-14. Jesmonite y polvo de mármol, dimensiones variables

Xu Zhen, European Thousand-Armed Classical Sculpture (detalle fila central), 2013-14. Jesmonite y polvo de mármol, dimensiones variables

 

La crítica habla de estos trabajos de Xu Zhen cual agentes de la provocación, lo que viene a entenderse como algo innovador y rompedor, ya que, si es conceptual, es moderno. Pero hay que leer entre líneas, pues parece ser que el concepto no ha sido comprendido del todo. Su trasfondo aguarda un sentimiento de burla hacia el espectador, haciéndole creer que ambas comunidades coexisten y se relacionan con respeto y humildad, cuando realmente nos alerta de un planeta sumido en la globalización y la sobreinformación que va camino de la pérdida absoluta de identidad local. Por lo menos los minoicos, aquellos que todavía almacenaban los alimentos en vasijas de barro, supieron filtrar el mensaje escondido en un objeto conceptual más hábilmente que tú, ese hombre o mujer que accede al saber con un par de clicks.

La conceptualización del arte no irrumpió un 24 de mayo de 1960 a las cuatro de la tarde, ni es hija de un superviviente de la Segunda Guerra Mundial. Toda esta parrafada viene a demostrar que la facultad creativa de la raza no funciona como un campo cerebral que va en aumento según la anterior evoluciona, sino que permanece constante, en mayor o menor presencia conforme a su porteador, y que se nutre de lo que en ese intervalo de tiempo le rodea y le circunda. Es un talento innato que los frecuentadores de las Cuevas de Altamira ya poseían, aunque se escuche decir a profesores de universidad que un bisonte dibujado sobre los resaltes de la roca para darle a este volumen, no es arte.

 

David Febo
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