El efecto Candy Minimal: embriagados de color
Transcurridas varias décadas desde su formulación como movimiento artístico, el minimal continúa causando furor. Es un persistente recurso en la producción musical, la arquitectura y el diseño de interiores, poniéndose en práctica bajo los mismos dogmas constituidos allá por los años 60 de la pasada centuria. Sin embargo, la fotografía minimalista ha logrado dar un salto evolutivo gracias a las nuevas tecnologías, llegando a convertirse en fenómeno viral a través de las redes sociales.
Instagram se torna un campo de minas, las cuales explosionan ante los ojos del usuario para teñir sus retinas de tonalidades pastel y neón fluorescente. Matt Crump es el líder de una multitudinaria banda que se dedica a activar dichas “armas de instrucción masiva”, un proceso que se culmina con la adjunción a modo de hashtag #candyminimal.

MattCrump, McArabic, Beirut collection. Instagram @mattcrump
Pese a que el arte reduccionista y la abstracción geométrica se vienen dando desde el primer tercio del siglo XX con el suprematismo de Malévich, el neoplasticismo de Mondrian o los intereses de la corriente De Stijl, no será hasta 1965 cuando se acuñe el término Minimal Art por el crítico Richard Wollheim, quien observó una gran diferencia con respecto a las manifestaciones precursoras, ya que la obra de autores como Donald Judd, Robert Morris o Robert Ryman tuvo en cuenta el lugar en el que esta va a ser colocada o exhibida, transformándose −tanto el cuerpo volumétrico como el espacio− en un todo que reúne las características básicas de aquel genuino pensamiento que reaccionó contra el más que estabilizado expresionismo abstracto. Wollheim relacionó el minimalismo con el ready-made de Duchamp, pues un objeto mundano o industrial (serializado) puede ser igualmente considerado como pieza artística.

Robert Morris, Untitled (3 Ls), 1965 (refabricada en 1970). Vista de la instalación en Art in place: Fifteen Years of Acquisitions, celebrada en el Whitney Museum de Nueva York en 1989
Al contrario de la defensa que hacían los formalismos imperantes en la época, la producción plástica circunscrita al minimal no pretendió significar nada, ya que estas creaciones carecen de toda iconología. Su objetivo fue el de motivar una experiencia perceptiva entre obra instalada y receptor a partir de figuras simples que ocupan un entorno limitado o ilimitado, ya sea en el hogar-galería-museo o insertados en la naturaleza. Lo que prevalecía no era si estas esculturas o pinturas albergaban un sentimiento o un mensaje del artífice, sino el procedimiento mediante el cual eran dispuestas creativamente en el espacio.
Perfectamente desarrollado en los 70, el minimalismo volvió a dar que hablar en el consecuente decenio con el Neo-Geo, ampliando sus miembros el terreno abarcable con la atracción por los motivos inherentes al urbanismo de, por ejemplo, Peter Halley y la extrema sátira de unos modernos ready-mades que portan el sello del siempre polémico Jeff Koons.
Con ciertas reminiscencias al trabajo de Joseph Albers y Frank Stella, los nuevos geométricos de los 80 mostraron fascinación por los colores muy próximos a la fluorescencia, y de esta teoría cromática se nutre hoy el candy minimal.

Jeff Koons, New Hoover Convertibles, Green, Blue; New Hoover Convertibles, Green, Blue; Double-Decker, 1981–87. Aspiradores, plexiglás y tubos fluorescentes, 294.6 × 104.1 × 71.1 cm.
La fotografía minimalista se focaliza en la captura de un solo cuerpo, ya sea en su plenitud o en una visión detallada de este, y mostrado sobre un fondo inexistente para que la persona, útil, construcción arquitectónica o cualquiera que sea el elemento a retratar, obtenga toda la atención del que contemple el resultado.
Con ayuda de los actuales programas informáticos de edición de imágenes como Diptic, Matt Crump logra dar una vuelta de tuerca a las reproducciones mecánicas minimalistas con la variación o sublimación de los colores que naturalmente poseen las escenas fotografiadas, siendo estas cubiertas por un halo artificial que roza la excentricidad de lo kitsch.

Matt Crump, Portals, Theme Parks collection. @mattcrump

Matt Crump, Candy Capitol, San Francisco collection. @mattcrump
Los azules, violetas, verdes y amarillos basculan entre la intensidad del neón y la pureza de los pasteles. Es esta agresividad lumínica contrastada con la delicadeza que sugiere un muffin ingeniosamente decorado lo que engancha a millares de seguidores, responsables estos últimos de la trascendencia viral del proyecto artístico de Crump, quien invita a los usuarios de internet a publicar sus propias fotografías modificadas bajo las leyes cromáticas del candy minimal.

State Historical Museum, Moscow. Instagram @skyframes
Lo más probable es que se trate de una moda pasajera −valga la redundancia−, tan efímera como la capacidad que tiene el cerebro de soportar la saturación visual que brota del candy minimal, pero no se le va a denegar el mérito a su fundador de crear escuela. Una tendencia, asimismo, presente en el diseño digital minimalista.

Candy Minimal follower @ds9hse

Candy Minimal follower @achmedandrew

Digital designer @paulfuentes_design
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