Cartelismo político: el arte al servicio de los ideales

Desde finales del siglo XIX los carteles venían demostrando su eficacia comunicativa en el ámbito comercial. Pero a principios del siglo XX surge el cartel político por la necesidad de movilizar a las masas en defensa de unos ideales, de la libertad y contra la injusticia social.

Durante la Revolución Francesa (punto de partida de la iconografía triunfal y alegórica que se desarrollará en los carteles posteriores) la alegoría sale de la corte para expresar los nuevos valores de libertad, justicia y revolución. Surge así Marianne, la personificación alegórica de Francia. Germania, ; por su parte, encarnaba los ideales de la Revolución de 1848, era el símbolo de los ideales de unidad, integración y libertad. Estas alegorías llevan como atributos símbolos revolucionarios como banderas, cadenas rotas y el sol naciente como símbolo del nuevo comienzo.

En el marco de la revolución industrial, las alegorías son utilizadas por la burguesía para elevar el mísero mundo del trabajo y la fábrica a la categoría de orden universal. En los carteles se muestra la imagen de afanosos trabajadores como héroes mitológicos con iconografías sacadas del mundo clásico.

A finales del siglo XIX aparece un nuevo movimiento artístico, el Art Nouveau, que tomó como medio de expresión principal el grafismo, ya que daba la oportunidad de acercar el arte al gran público con un impacto social y cultural nunca visto hasta entonces. Muchos artistas comenzaron a crear carteles publicitarios cuyos beneficios económicos fueron inmensos. En Inglaterra, Walter Crane se dio cuenta de que el nuevo diseño gráfico podía servir de instrumento publicitario para los movimientos políticos y realizó varios carteles en su compromiso con el incipiente socialismo.

 

Cartel de la Revolución Rusa en el que aparece Lenin "limpiando" Rusia.

Cartel de la Revolución Rusa en el que aparece Lenin “limpiando” Rusia.

 

Es muy interesante el cartelismo político desarrollado durante la Revolución Rusa. Los artistas que los diseñaron pretendían transformar el mundo y el arte estaba en el centro de la agitación cultural, política y social. Los carteles, la gráfica, la caricatura y el grabado eran géneros y técnicas destinados a las masas, para una intervención directa en la vida cotidiana. Los artistas soviéticos alcanzaron una calidad y originalidad difícilmente superables. La estética esquemática de clara influencia constructivista con colores planos y composiciones sencillas, unas veces llamaba a las armas, otras veces exaltaba las victorias, y sobre todo expresaba la necesidad de cambio político y social.

 

"Vosotros para nosostros. Nosotros para vosotros". Cartel alemán de la Primera Guerra Mundial.

“Vosotros para nosostros. Nosotros para vosotros”. Cartel alemán de la Primera Guerra Mundial.

 

Durante la Primera Guerra Mundial la propaganda oficial de las naciones implicadas retomó el uso de alegorías para transmitir mensajes de esperanza y de heroísmo, pero también de terror y de descalificación del enemigo. Hay muchos ejemplos de carteles en los que se busca la polarización entre ambos bandos, el conflicto entre el bien y el mal. La iconografía y la estética utilizadas en el cartelismo de este conflicto tienen una tendencia más simbolista que realista. Las personificaciones alegóricas de las naciones se presentan participando del conflicto, acompañando a los soldados o como diosas estáticas evocadoras de la prosperidad y la paz futuras. Tras la guerra es curioso cómo en Alemania se va cambiando la figura de Germania por la de Hércules, una figura que sirve de guía y de protección a las masas. Con el ascenso del nacionalsocialismo se potencia el culto al héroe desnudo, que encarna el ideal germano de belleza física y espiritual. Los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 marcan el culmen del ensalzamiento de este ideal estético germano de clara herencia clásica.

 

"La libertad de los libertadores", cartel italiano de la Segunda Guerra Mundial.

“La libertad de los libertadores”, cartel italiano de la Segunda Guerra Mundial.

 

En Italia el mundo clásico sirvió al fascismo para desarrollar una reivindicación del legado de la Roma Imperial. El cartel fue el medio ideal para propagar la idea de continuidad entre César, Augusto y Mussolini. Se utilizaron los típicos símbolos romanos: los estandartes, el águila, la loba capitolina, el SPQR…

En España destaca la enorme cantidad de carteles realizados entre la Segunda República y el final de la Guerra Civil, con una gran riqueza simbólica y gran variedad de estilos y recursos estéticos, con la influencia del Art Nouveau, del expresionismo e incluso del cubismo. En el bando nacional destaca la ausencia de motivos clásicos, dado por el perfil claramente católico del franquismo y la construcción de un nacionalismo histórico español alejado de la romanidad, más cercano a figuras históricas como los Reyes Católicos o a acontecimientos como la Reconquista. Un elemento de origen antíguo que sí utilizo el bando nacional en sus carteles (y también el bando republicano) fue el caduceo mercurial, una vara de olivo con dos serpientes entrelazadas. Los republicanos lo incluyeron entre los atributos de la alegoría de España, llamada Hispania o República, como símbolo del progreso y la razón.

 

Cartel de la Proclamación de la Segunda República, el 14 abril 1931.

Cartel de la Proclamación de la Segunda República, el 14 abril 1931.

 

Durante la Segunda Guerra Mundial el fascismo utilizó un lenguaje visual muy parecido al visto ya en la Primera Guerra Mundial. Se volvió a utilizar la imagen de la Niké alada como símbolo de la victoria, se incluyeron imágenes de claro sentido racista contra los soldados negros americanos, y se ridiculizó a los enemigos como ya se había hecho antes. En general, este conflicto marca un cambio en la estética y temática del cartel político: progresivamente se van abandonando los temas clásicos y alegóricos, y se van introduciendo elementos realistas y referencias a hechos y figuras del momento.

En nuestros días, el cartel político se ha visto reducido a la simple foto del candidato con un eslogan que suena vacío, sin rastro de inquietud estética o filosófica alguna. Hemos perdido un género pictórico de gran importancia artística que durante el siglo XX ha tenido una enorme trascendencia documental y social.

 

Lucía Ramos Martín
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