Vandalismo sobre violencia: arte institucionalizado

El cuerpo me pide violencia. Un acto que me permita sentir esa adrenalina, la del pirómano justo antes de prender la cerilla, justo antes de lanzarla. Mantenerme en esa delgada línea entre el pensamiento y el acto, brutalidad sin explicación. Como el físico no me da, pienso en cosas más mundanas, algo anónimo en primera instancia, liarla mucho desde un patio de butacas, reventar mobiliario urbano, vandalismo.

Leo una noticia fascinante a través de The Guardian. Justo 24 horas después de ser ejecutada, una obra mural de Banksy ha sido víctima del vandalismo. Sobre el graffiti, una versión de la Joven de la Perla de Vermeer con caja de alarma amarilla por pendiente, ha sido arrojado un cubo de pintura negra. Yo no puedo evitar que se me aparezca la sonrisa. En noticias relacionadas, encuentro que hace un mes alguien le maqueó otro de sus murales dibujando un pene. Nuestros ayuntamientos saben bien qué es eso de eliminar penes de las paredes, suelos, bancos, papeleras. Y los comerciantes y seguratas de garajes se habrán cabreado bastante cuando van a abrir por la mañana y se encuentran la persiana con tremenda imagen, nunca en fase de reposo. Y si la persiana está decorada a modo graffitero (es decir, pagaron a uno/a para ello) ni te cuento el disgusto. ¿Qué hacer? Está claro, chorro a presión y limpio como una patena. Mano de titanlux en otros casos.

Pero con el segundo Banksy la cosa fue más allá, porque aunque existía la intención de eliminar la modificación, y presupongo que mediante técnicas de Conservación-Restauración, finalmente hace pocos días, los dueños del edificio decidieron arrancar la pintura mural, por no poder “mantenerla” para disgusto popular. Ahora sí me río. Es paradójico que el graffiti sea graffiteado, que una técnica que surgió como acto ilícito sea considerada vandalizada.

 

Banksy Art Buff

Art Buff, de Banksy, tras ser “modificado” en Folkestone, Kent, el pasado 12 de Octubre.

 

¿Pero cómo ha llegado a considerarse que una manifestación de algo supuestamente vandálico merezca ser preservado? Simplemente porque no lo es, el significado que se le otorga es otro. Las pinturas murales de Banksy, en sus inicios, se ceñían a la descripción de graffiti, con sus múltiples temas relacionados con la protesta social y anti-guerra, siendo por ello perseguido por la policía de varias ciudades. Ahora bien, desde que su popularidad despegó, su protesta social anti-sistema forma parte de él de un modo bastante cómico, trabajando para Greenpace, Puma o MTV o siendo parte claramente en el circuito del arte cuando Sotheby’s vende su obra, o expone en Museos de la talla del MOMA, por lo que ha sido muy criticado. En Portobello Street hay una tienda que vende íntegramente reproducciones de sus murales: postales, camisetas, cojines… ¿Qué puede haber más institucionalizado que tomarse el café con leche de la mañana en una taza con la niña y el globo de Banksy? Un Banksy, al final, es respetado por una parte de la sociedad, y por tanto merecedor de la preservación de ese significado actual que se le otorga, sea el que sea, no entro a juzgarlo, el hombre puede decir lo que le apetezca.

A veces surgen modificaciones de significado (en forma de graffiti) fantásticas que acaban por ser respetadas durante un tiempo. Recuerdo con bastante cariño la del cartel del supermercado “Spar” de la calle Verdi al que alguien añadió un “tanos” a continuación. Justo los cines están al lado, así que me gusta imaginar que un iluminado salió de ver la peli 300 y se encaramó a la fachada poseído por el espíritu del film, con un tacker indeleble por lanza, todo muy espontáneo. Hace poco han eliminado el tanos del cartel, pero la pintada ha durado años… habrán cambiado de gerente en el súper.

Otros graffitis que duran un poquito más en mi ciudad, son los del Monasterio de Pedralbes. Durante el fantástico proceso de Conservación-Restauración llevado a cabo por el Museo de Historia de Barcelona se han estudiado, documentado y decidido preservar los graffitis. Algo que en algún momento puede que fuese considerado vandalismo, hoy nos interesa y decidimos preservarlo. El significado sigue siendo el mismo, pero su valor ha cambiado. Que alguien ruegue a Juan que no le olvide mediante una incisión en la pintura mural hoy no nos haría mucha gracia, pero si eso sucedió hace siglos y nos permite saber cosas acerca de los pensamientos o conductas de ese momento puede que nos parezca preservable ese otro significado.

 

Monastir Pedralbes Graffiti

Detalle de las Pinturas Murales de la Capilla de Sant Miquel, en el monasterio de Pedralbes, Barcelona. Ferrer Bassa, 1346. En la parte central, entre las dos figuras, se pueden observar incisiones posteriores a la ejecución de la obra.

 

Si pueden convivir significados, perfecto; pero, ¿qué pasa cuando una intervención posterior a la del autor modifica el significado original? ¿Qué debemos hacer los conservadores-restauradores? ¿Cuál de los significados cuenta más? En algunos casos está muy claro, eliminar la intervención posterior y punto. En otros, debemos preservar la intervención, porque ésta de por sí tiene un valor que prevalece, y consideramos que no debe eliminarse. Estos valores pueden ser diversos: en el caso de Pedralbes, el histórico; en el caso del segundo Banksy, puede que el monetario (sobre todo para la asociación contra el cáncer que lo subastará); para mi vecina del cuarto, el cuadro que cuelga de su salón tiene un valor sentimental enorme, aunque yo lo considere feísimo.

El valor de algo que pertenece a la sociedad cambia cuando en consenso se le otorga. Esto no ocurre de manera inmediata ni unánime. A veces hace falta un poquito de salvajismo. El tanque rosa de Checoslovaquia es un claro ejemplo de cómo mediante una intervención “vandálica” se modifican los valores y significados de un objeto hasta convertirlos en un símbolo, es decir, se crea un símbolo a partir de la modificación del concepto universal actual que le damos a un objeto: (tanque=guerra=violencia) + (color rosa) = X. El tanque, en su origen utilizado en la Segunda Guerra Mundial, fue colocado en julio de 1945 en la plaza Stefanik de Praga por el General Soviético Ivan Konev. El monumento fue elevado al estatus de Monumento Nacional Cultural en 1948 para conmemorar la “liberación” de Praga por el Ejército Rojo, remodelación incluida del nombre de la plaza, que pasó a ser la Plaza del Tanque Soviético. He ahí el símbolo.

Un símbolo del Comunismo que fue discutido en varias ocasiones, hasta que en 1991, y tras la disolución del pacto de Varsovia, David Černý se fue con unos amiguetes y pintaron el tanque de rosa. Arresto para Černý y repinte de verde para el tanque. Pero ahí, justo en ese punto, quince parlamentarios recién electos y con inmunidad a este tipo de delitos, se arman de cubos de pintura rosa y vuelven a la carga. Y así varias veces, hasta que se retira la mención de Monumento Nacional. El tanque original y machacado por tanta pintura se queda guardadito en el Museo Militar de Lesany, y mientras tanto colocan otro rosa en diferente lugar. Ahora un tanque rosa es el símbolo, representa a una sociedad que ya no quiere, reniega del régimen comunista, celebra la salida del último convoi del Ejército Rojo. A partir de entonces Černý se vuelve casi un héroe nacional pintando con el mismo rosa todo aquello que ve relacionado con el antiguo régimen sin dejar por un momento de ser un bandarra. En 2011, y con motivo de su 20 aniversario, el tanque se coloca junto al Teatro Nacional en Praga. Para rizar el rizo, le coloca en la parte superior un enorme dedo corazón: símbolo añadido al símbolo.

 

Tanque Rosa Cerny

Tanque Rosa de David Černý, situado en el Río Moldava, Praga. Junio de 2011.

 

Pienso en la violencia de nuevo, no se me van las ganas… He hablado de vandalismo y menos de violencia porque no sé describirla. La violencia es otra cosa, la oficina del paro, no ser correspondido, la opresión de un sistema. El domingo veía la noticia, 25 años de la caída del Muro de Berlín. Recordaba que un día, muy pequeña, vi en la tele a una reportera muy nerviosa y a un montón de gente con picos y martillos reventando una pared pintarrajeada en medio de la calle. Aquello me pareció violento, mi visión de infante; no entendía por qué se empeñaban en destruir aquel muro, unos machacando y otros dejando hacer. No voy a recordar aquí a nadie lo que ocurrió en Berlín, estos días se han encargado los medios. He visto esas imágenes y otras parecidas varias veces los siguientes años. Hoy entiendo que era el vandalismo del noviembre de 1989 lo que se cargaba la violencia que esa materia concreta representaba para ese conjunto de ciudadanos.

El acto en sí contenía la intención de destrucción y también de modificación de significado, y por tanto implícitamente de conservación, toda una contradicción. Pues a las horas, ya había propuesta formal para preservarlo. La “Federal Association of Artists – BBK” y la “GDR – Artists Association” propusieron dejar en pie unos cuantos metros de muro para la posteridad: la East Side Gallery. Finalmente, se conservaron 1316 metros de muro destinados a ser pintados por más de 100 artistas que representasen el momento histórico. Durante los años posteriores, el muro fue nuevamente vandalizado para conseguir un trocito de esa materia, o simplemente para añadir aún más significados. Durante todos estos años ha sufrido alteraciones, no sólo causadas por las inclemencias del tiempo y las intervenciones de anónimos, sino también por parte de las autoridades e instituciones. Parcialmente demolido, restaurado y repintado por algunos artistas en 2000. Reforzado pero cubierto de cemento, recolocado en otra zona para abrir un paso directo con el muelle en 2006. Vuelta a la mal llamada Restauración en 2009 y a la demolición de unos cuantos metros para la construcción de unos apartamentos en 2013. La East Side Gallery es un buen ejemplo: valores, significados, símbolos e institución discutiéndose entre ellos una y otra vez. De nuevo, vandalismo sobre violencia.

 

Berlin, East Side Gallery Wall_1374072c 2009 282521w 2009_7_20_MpsBZon5E84m9T0fDJmyC5 dmitri-vrubel-fraternal-kiss-brezhnev-and-honecker-embrace beso-fraterno Dimitri Vrubel

Nota: “Beso fraternal”, de Dimiti Vrubel, East Side Gallery, Berlín. Por orden de aparición: la primera fotografía es de 1991; la segunda de fecha desconocida (entre 1999 y 2008); la tercera de 2008. La cuarta fotografía fue tomada en 2009, donde el propio autor Vrubel, pinta sobre el muro intervenido y reforzado con cemento, para lo cual se eliminó la obra original. La quinta fotografía pertenece a 2011, la sexta a 2013 y la séptima a 2014. 

Marina Rodríguez Serrano
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