Agnès Varda

Los daguerrotipos de Agnès Varda

Me gusta salir a pasear por mi barrio los domingos por la mañana, cargada con mi cámara de fotos para descubrir nuevos rincones y, aunque no quiera, siempre termino paseando por el cementerio de Montparnasse. Me encanta pasear por los cementerios y más si son como los de París, donde pasear entre tumbas es como estar en un museo. Y siempre que entro tengo que visitar dos tumbas en concreto. La primera es la de Henri Langlois (escribí sobre él hace algún tiempo en esta web), fundador de la Cinémathèque Française y responsable de la recuperación de muchas películas del cine mudo que sin él no habríamos llegado a ver nunca.

Pues allí estoy, delante de la tumba con forma de Palais de Chaillot (que fue sede de la Cinémathèque durante muchos años) y forrada de fotogramas inolvidables de la historia del cine cuando veo acercarse a esa mujer menuda, una anciana de pelo bicolor que, al descubrir que la estoy mirando fijamente, me devuelve la mirada con fuerza y simpatía. Es, ni más ni menos, que Agnès Varda. No sé ni cómo me atrevo a decirle “Bonjour”. Me lo devuelve amablemente y sin perder la sonrisa; le debe hacer gracia que esté delante de la tumba de Langlois (con el que seguro se corrió más de una juerga en sus tiempos de juventud) porque me dice: “¿Haciéndole una visitita a Langlois?”. Le contesto que “siempre lo hago” y la veo alejarse, a paso lento con un pequeño ramo de flores que, seguro, terminarían sobre la tumba de su difunto marido, el también director de cine Jacques Demy y la otra tumba que siempre visito cuando voy al cementerio de Montparnasse.

Al terminar mi paseo, decido volver a casa pasando por la rue Daguerre, donde Agnès Varda vive, tiene las oficinas de su productora Ciné Tamaris y de la que se inspiró para hacer una de sus películas más bellas, divertidas y nostálgicas, ‘Daguerréotypes’. Un documental rodado en 1975 en el que Varda nos enseña cómo es un día en la parisina rue Daguerre y cómo son las gentes que la habitan y la transitan. Retratos de un estilo de vida que se estaba acabando convertidos en los nostálgicos daguerrotipos.

Los carniceros

Los carniceros

Los ancianos

Los ancianos

La autoescuela

La autoescuela

El mago

El mago

 La nostalgia del daguerrotipo

A Agnès Varda la llaman ‘la abuela de la Nouvelle Vague’ y es que fue la única mujer y todavía en activo (la escritora Marguerite Duras también haría algo) en dirigir películas durante los años en los que Truffaut, Godard y compañía revolucionaban el cine europeo y, sobre todo, una de las pioneras del cine feminista y en reclamar mayor reconocimiento de la mujer en el cine (batalla que todavía hoy combate). Junto a su marido, Jacques Demy, formaba una de las parejas más extrañas de la Nouvelle Vague: él haciendo musicales excesivos y maravillosos, ella siendo mujer. Con una filmografía compuesta por 14 títulos (y esperemos que a sus 86 años todavía nos sorprenda), otros tantos cortometrajes, un León de Oro de Venecia y una amplia carrera como fotógrafa y vídeo-artista, el trabajo de Agnès Varda está lleno de nostalgia y sentido del humor.

Así es su documental, ‘Daguerreotypes’, rodado en 1975, divertido, nostálgico, tierno y algo triste. Aprovechando que la calle donde vive toma prestado el nombre de Louis Daguerre, el responsable del primer procedimiento fotográfico anunciado y difundido oficialmente en el año 1839 y conocido como ‘daguerrotipo’, Agnès Varda se apropia del concepto para retratar los rostros de la gente a la que ve todos los días al salir a la calle: los panaderos, los carniceros, los profesores de autoescuela, los alumnos de la escuela de acordeón y hasta el mago que actúa todas las semanas en el café con nombre de otro mago cinematográfico: Chez Méliès.

 “Me gusta filmar gente de verdad. No lo digo para hablar mal de los actores, ni de su capacidad de inventar una realidad diferente, ni para minimizar el trabajo de los que ruedan en estudio, pero nada me excita tanto como encontrar en la vida real modelos y personajes, para filmarlos…” – Agnès Varda

Y eso es lo que hace Varda en ‘Daguerréotypes’. Filma a las gentes que conoce de toda la vida. Negocios familiares, artesanales y en vías de extinción ante la proliferación de grandes almacenes y franquicias de todo tipo. Los filma de forma cercana, cotidiana y familiar, sin miedo a involucrarse ni a intentar descifrar sus penas, sus arrepentiemientos por lo no vivido o la enfermedad. Los filma con tono de nostalgia, de forma tan real que parece irreal y para que nosotros lo veamos como si fueran viejos daguerrotipos caídos en el olvido.

Lucía Ros Serra

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